Laurence Lemoine
Este articulo
podía haber sido una carta de odio. Después de la carta de amor que le hice
hace poco al rio Turia (aquí para los que nos siguen), unas palabras de
desprecio y aversión me habrían gustado para equilibrar y de paso
vengarme. ¿Vengarme de
qué? ¿de quién? ¿Del trato y comportamiento de muchos funcionarios ?
¡Pues
sí sí! Hoy quiero dedicar estas líneas a un monstruo informe cuyos hijos
legítimos son los numerosos funcionarios que pueblan las oficinas de las
diferentes administraciones públicas. Es que, cuando no soy periodista, dedico
muchísimas horas a ayudar a los extranjeros que viven aquí, a hacer los trámites
burocráticos que les permiten tener una existencia legal y
normal.
Concretamente, significa que les ayudo primero a sacarse el famoso NIE
(número de identificación de extranjero) y luego a sacarse un número de
seguridad social, un NIF (¡¡importante para las arcas publicas!!), un
certificado de residencia, un SIP, un empadronamiento, una SL, una matrícula en
un cole o una nueva matricula de su coche. Detrás de cada trámite, hay un
laberinto de pasitos por dar y, delante de nosotros, hay una Administración
primero, y luego, unos funcionarios.
Hasta hace poco,
debo confesar que tenía un odio visceral a todo lo que, de cerca o de lejos,
tenía que ver con entrar en contacto con una administración. ¡Y lo mismo con las
personas trabajando en la función pública! Me salían granos con sólo tener que acudir a una
oficina pública ¡y hacía todo lo posible por evitarlo!
La Administración es
un mal necesario, sinónimo de inercia, burocracia, espera, citas fallidas,
incomprensión, complicación y eso en todos los países. No haré aquí un ranking
de cuáles son los “menos peores” o los “más mejores” porque no es el propósito. No os lo váis a creer, pero el motivo de este artículo (me choca a mí misma de
hecho) es justamente defender a los funcionarios, al menos a los (y son
numerosos aunque minoritarios) que intentan cumplir con su trabajo, que se
esfuerzan por ayudar al ciudadano, que son capaces de tener empatía cuando se
dan cuenta de que la Administración a veces no es coherente, que dan una
solución cuando el caso es complicado, que intentan dar la mejor ayuda posible
y todo eso con la sonrisa puesta. ¡Y los hay!
Los hay y les quiero agradecer su
labor porque evitan a veces la desesperación total cuando no se llega a
resolver un tema. Los hay, y tienen mucho mérito porque los que trabajan dentro
mismo del servicio público sufren también. Muchas veces sus condiciones de
trabajo son malas, están en edificios viejos, pequeños, nada funcionales, no
dan abasto con toda la faena, ven que hay incoherencias y desde abajo no
pueden cambiar las reglas. Para mí, ellos mismos son las primeras víctimas del
sistema.
Quiero, de verdad, rendir un homenaje sincero a esos que no se rinden y
que, a pesar de todo, intentan ofrecer un buen servicio. Al verles trabajar, me doy
cuenta de lo difícil que es para ellos también pertenecer a ese “monstruito”, y
realmente tenemos que ser más indulgentes a la hora de juzgarles. Los que se
esfuerzan y dan lo mejor de sí mismos son unos guerreros y se merecen más que
nuestro respeto: nuestra admiración.
Directora de Valencia-expat-services.com
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