Rafael Escrig.
Hay un concepto de la belleza
y hay un concepto de la monotonía. De lo que no se habla nunca es
del concepto de la belleza de la monotonía. A primera vista puede
parecer contradictorio, pero pensemos un momento ¿por qué se
considera la monotonía como algo negativo o peyorativo?, con esa
idea también podría considerarse negativo el reloj que mide el
tiempo con su insistente tic tac, y sin embrago no existe nada más
preciso y necesario. Todos buscamos su compañía. Todos le
preguntamos constantemente y queremos saber sus minutos y segundos.
Todos los días le hacemos la
misma pregunta y todos los días quedamos satisfechos de su
contestación. Nunca nos preguntamos si ya lo hicimos ayer o hace un
momento, porque cada momento es diferente y nunca se repite. La
monotonía es bella en su exactitud y en su predecible aparición. La
monotonía es deseable por su insistencia y regularidad, pero siempre
trae algo nuevo. Es monotonía sentarse a la mesa cada día. Es
monotonía darle un beso de buenas noches a tu pareja, cada noche,
cada mañana, cada despedida. Es monotonía recibir a tus hijos cada
domingo y sentarlos a la mesa cada vez, en los mismos sitios, con la
misma sonrisa de bienvenida.
Es monotonía recordar las
mismas cosas, hablar de las mismas cosas dichas ya tantas veces. Es
monotonía hacer la compra y preparar el desayuno y almorzar el
viernes con tu amigo. Es monotonía subir al autobús todos los días,
vestirse cada día, cortarse el pelo la primera semana de cada mes,
todos los meses. Es monotonía hacer el amor y sonreír y salir a la
calle y saludar con las mismas palabras y mirar hacia arriba y ver
las mismas nubes y los mismos pájaros todos los días y abrazar a
los nietos y pisar la tierra del parque y volver a mirar las mismas
flores. También es monotonía el sonido del agua en la orilla del
mar arrastrando la arena invariablemente adelante y atrás, un año,
diez años, mil años.
Es monotonía acudir cada
mañana al saludo del sol y despedir cada noche a la misma luna que
nos mira con idéntica cara y a las mismas estrellas y a la misma
cerrada oscuridad de cada noche. Es monotonía ofrecer las mismas
palabras, los mismos besos, las mismas miradas, silencios y sonrisas,
pero que nunca serán iguales y ese es precisamente su secreto. Esa
es la belleza de las cosas que nos esperan cada día, de aquello que
deseamos que vuelva a suceder repetidamente, insistentemente. La
belleza de todas las certezas que vivimos a diario, como el tic tac
de ese reloj que deseamos eterno y que nos acompaña con la hermosa y
querida monotonía de su tic tac.
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