Vicente Cornelles. /EPDA Confieso que los de Compromís llegaron a caerme simpáticos, y con tentación de votarles alguna vez. Me molaba aquella estética bullanguera de camisetas subversivas en Les Corts Valencianes, liderando la oposición frente al tenebrismo popularista y con un PSOE indolente. En el Ayuntamiento de Castellón, todavía con el PP en el poder, el díscolo relato de Enric Nomdedéu, el gurú de los nacionalistas en la capital de La Plana, era sentido común, y también chanza, políticamente incorrecto y mordaz.
Los periodistas jaleábamos (mal hecho) sus ocurrencias y estrafalarias puestas en escena que rompían la monotonía de un consistorio de centro derecha abocado al fracaso. Sí, Compromís me caía bien, incluso antes cuando fue Bloc, y en tiempos pretéritos UPV, con un Toni Porcar de ‘seny’ y ‘sentidiño’, como dirían los gallegos, en una apuesta por defender el Castelló ‘d’arrel lliberal’ entroncado con la ‘llaurança’.
Con el primer gobierno de Amparo Marco, Nomdedéu quiso seguir (o tal vez, no pudo) con un legado de tolerancia, diálogo y reflexión del que hacía gala, abierto a posibilismos que hacían falta en la sociedad castellonense. El personaje devoró al político que cruzó el Rubicón para mostrar su faz más sectaria (el asalto al despacho de Marco cuando fue alcalde en funciones era todo un presagio). Ahora, como director general de Servicio de Empleo y Formación de la Generalitat abandera el radicalismo que impera en Compromís, dominado por Iniciàtiva, y prejuzga y juzga, y se enfada si no se le da la razón, capaz de decir que los junta letras hacemos la pelota o los tilda de asnos en su libre derecho a opinar en un sistema democrático al que él también pertenece.
Como en la película ‘La caída de los dioses’, en la que una familia alemana liberal acaba mimetizada con el nazismo, los de Compromís enarbolan el fanatismo, intransigencia y dogmatismo (lo de la Cruz de Ribalta es un ejemplo de ello), aunque a diferencia del filme de Visconti, en una sociedad líquida y castigada por la crisis, la guerra de Ucrania y el llegar a fin de mes, las proclamas nacionalistas que pueden llevar a un fascismo inverso, ya no convencen. Tuvieron su público que, hogaño, ya no quiere ridículos ni falsas promesas de un paraíso inexistente.
Por cierto, Nomdedéu se vacuna el mismo día y en el mismo sitio que los Vicents y burros. Bien hecho.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia