Descampado con coches afectados por la DANA en Sedaví. EPDALa última gota fría que azotó la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre de 2024, dejó a su paso inundaciones, devastación y un sinfín de historias de solidaridad. Sin embargo, detrás de la respuesta inicial, que incluyó rescates heroicos y la organización de ayuda masiva, emergen episodios que manchan el espíritu altruista de la zona afectada y generan preguntas sobre los controles en la gestión de recursos.
Entre estas sombras, destacan tres grandes problemáticas: personas que han aprovechado la situación para obtener alimentos y recursos sin necesitarlos, el mercado de coches siniestrados que han terminado en Marruecos tras ser tasados como pérdidas totales, y el controvertido papel de tres aseguradoras que llevaron vehículos afectados a zonas no habilitadas para su tratamiento adecuado, como ha sucedido en uno de los municipios de la comarca de l'Horta Sud con tres compañías aseguradoras muy conocidas, según fuentes de toda solvencia.
La ayuda mal repartida
Una de las imágenes más impactantes durante la emergencia fueron las largas filas de personas recogiendo alimentos, ropa y enseres básicos de los puntos habilitados por asociaciones y ayuntamientos. La solidaridad fluyó de forma ininterrumpida, pero entre los beneficiarios no todos estaban en situación de necesidad. Se siguen viendo a día de hoy personas que acuden a puntos de distribución de alimentos sin que les haga falta. ''Gente que vive en un segundo piso o en alturas superiores que aprovechan y se llevan cosas que no les hacen falta o que pueden ir a comprarlas'', señalan fuentes de confianza.
Voluntarios en varias localidades han denunciado cómo algunos ciudadanos aprovecharon el caos para obtener alimentos o productos sin estar afectados por las inundaciones. “Hemos visto cómo se llevaban bolsas enteras de comida para luego venderlas o almacenarlas, mientras familias que lo habían perdido todo apenas alcanzaban una caja básica”, señala una colaboradora de Cruz Roja en l'Horta Sud.
Estos abusos han generado indignación entre los vecinos y organizaciones que trabajaron sin descanso para atender a los damnificados. Si bien es difícil discriminar quién necesita y quién no en medio de una catástrofe, este tipo de comportamientos pone de manifiesto la falta de controles en la distribución de la ayuda.
El negocio oscuro de los coches siniestrados
Otro fenómeno que ha salido a la luz es el destino de muchos vehículos dañados por la DANA. En zonas de la comarca de l'Horta Sud, talleres y particulares han reportado que coches tasados como pérdida total por las aseguradoras están siendo vendidos a intermediarios, quienes los revenden a terceros, especialmente en Marruecos.
“Recibimos llamadas de compradores interesados en llevarse coches inundados a bajo coste. Algunos ni siquiera intentan repararlos, los trasladan directamente al puerto para exportarlos”, comenta un gestor de un desguace en la zona. Este negocio plantea serios problemas legales y éticos, ya que muchos de estos vehículos no cumplen con las condiciones mínimas de seguridad y pueden representar un peligro para sus futuros compradores. Además, pueden generar problemas en el futuro al haber recibido ayudas públicas y del Consorcio de Seguros por vehículos que siguen en funcionamiento.
La falta de un control más riguroso por parte de las aseguradoras y las autoridades permite que este mercado siga operando en un limbo, incentivado por la alta demanda en países donde las regulaciones son menos estrictas.
Polémica en la gestión de aseguradoras
Las grandes compañías aseguradoras también han quedado en el punto de mira. Según fuentes locales, al menos tres de ellas han sido señaladas por trasladar vehículos afectados por la DANA a zonas de una localidad de l'Horta Sud que no están habilitadas para el almacenamiento ni tratamiento de estos automóviles.
La normativa exige que los vehículos dañados sean gestionados en espacios diseñados específicamente para evitar riesgos ambientales, como la contaminación de suelos o aguas. Sin embargo, testimonios de vecinos y trabajadores revelan que las aseguradoras habrían priorizado la rapidez y el ahorro, depositando los coches en terrenos inadecuados sin medidas de seguridad. Un problema inicial que ya ha sido corregido por los organismos públicos.
Lecciones por aprender
Si bien los efectos de la DANA dejaron un ejemplo de unidad y generosidad entre los ciudadanos, estos casos subrayan la necesidad de mejorar los controles y supervisión en la gestión de ayudas y recursos. Las instituciones y empresas involucradas tienen la responsabilidad de garantizar que los sistemas de ayuda no sean explotados por oportunistas ni se conviertan en vías para actividades fraudulentas. Es imprescindible que las autoridades no solo actúen para sancionar estos abusos, sino que establezcan protocolos más estrictos para evitar que se repitan en futuras emergencias. La DANA debe ser una lección, no solo sobre la fuerza destructiva de la naturaleza, sino sobre la importancia de proteger la solidaridad y la justicia en momentos de crisis.
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