Cebollas. Foto EPDA Nuestras abuelas decían que los que tomaban cebolla habitualmente tenían una vida más larga, y que tiene innumerables propiedades beneficiosas para nuestra salud. Es además un alimento indispensable en la preparación de muchos de los platos típicos de la dieta mediterránea.
Su uso en ensaladas está muy extendido y se debe, además de la posible preferencia por su sabor, ayuda a digerir el resto de los alimentos que tomemos en la comida. Además, sus propiedades son notables. En primer lugar está recomendada para regular la tensión arterial, sobre todo si se consume cruda.
La cebolla ayuda a mantener el equilibrio biológico de nuestro cuerpo ya que contiene vitaminas A, C, E, PP, B1 y B2. Es una fuente de energía importante y contiene glúcidos muy potentes. Es rica en sales minerales, contiene sodio, magnesio, potasio, sílice, azufre, fósforo y calcio. Es ideal para deportistas ya que contiene enzimas como la oxidasa y la diastasa que fijan el oxígeno al cuerpo.
Algunas investigaciones le atribuyen la capacidad de favorecer la resistencia al cáncer. Es muy útil para prevenir infartos, apoplejías, trombosis y otras cardiopatías. Actúa sobre la circulación y evita la formación de coágulos.
La cebolla actúa sobre el páncreas impulsando la producción de insulina.
Es muy eficaz para tratar altos niveles de colesterol “malo” en nuestra sangre, al tiempo que aumenta el “bueno”, antiguamente se decía que purificaba la sangre. Sobre todo si completamos su consumo con el ejercicio físico.
Nuestros antepasados usaron el ajo y la cebolla como antibióticos naturales gracias al aldehído crotónico que poseen; estos alimentos refuerzan el sistema inmunitario dado su poder antimicrobiano. Cuando estamos resfriados, con bronquitis o padecemos infecciones gástricas podemos tomar cebolla para aprovechar su capacidad desinfectante. Un truco casero para cuando los niños o nosotros mismos estamos resfriados y en la noche no podemos coger el sueño es poner media cebolla en la mesilla de noche; su acción ayuda a despejar los bronquios y las vías respiratorias.
La cebolla tiene una potente acción diurética, su consumo es recomendable si se padecen enfermedades renales y de la vesícula biliar, antiguamente se utilizaba para ayudar en la expulsión de cálculos renales. Su poder diurético nos ayuda además si estamos intentando perder peso y queremos evitar la celulitis, ya que nos ayuda a drenar los tejidos adiposos de las caderas.
El consumo de esta hortaliza evita la formación de caries y sus componentes ayudan a prevenir la caída del cabello, suaviza las afecciones de la garganta, previene la gripe y puede ayudar a bajar la fiebre. Además en casos de infección del aparto digestivo ayuda a desinfectar el intestino y alivia la diarrea.
Los hombres pueden usarla para prevenir la disfunción eréctil y aliviar los problemas de la próstata. Y si padecemos estrés su consumo ayudará a que nos relajemos y es útil para ayudarnos a conciliar mejor el sueño. En caso de cansancio y anemia es ideal para devolver la energía al cuerpo.
Como vemos son demasiados motivos los que este alimento nos proporciona para que lo convirtamos en un imprescindible de nuestros platos, aunque hemos de tener en cuenta que los alimentos pierden parte de sus propiedades al calentarlos en la cocina.
Una de las pegas que ponemos a este alimento es el mal olor que deja en la boca tras su consumo, para atenuarlo podemos masticar perejil, enjuagarnos la boca con un poco de agua y bicarbonato o tomar incluso una cucharadita de bicarbonato diluida en agua. Además podemos buscar tipos de cebollas que sean más suaves, como la cebolleta, sobre todo si queremos iniciar a nuestros pequeños en su consumo.
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