Vicente Cornelles. /EPDA Si algo han demostrado las pasadas y espectaculares fiestas de la Magdalena que ha celebrado Castellón con una inmensa participación popular y una climatología extraordinaria ha sido la constante y reiterativa falta de gestión municipal. La suciedad ha campado a sus anchas, mientras los castellonenses vibraban con sus festejos más entrañables. Hace unos años, a primera hora de la mañana de cada uno de los días festivos, los operarios dejaban la ciudad limpia como una patena ante el inicio de una nueva jornada festiva. Este año eso no ha ocurrido, a lo sumo las brigadas limpiaban las calles deprisa y corriendo cerca del mediodía, mientras se acumulaban toneladas de desperdicios y restos tóxicos de las noches locas de la juventud castellonenses.
Por no hablar de la falta de contenedores para depositar los despojos de los peregrinos en el camino a la ermita de la Magdalena. En el triunvirato de compartimentos estancos que es el consistorio en el Acord de Fadrell, la responsabilidad de Medio Ambiente y Transición Ecológica está en manos de Fernando Navarro, de Podemos, y sus diligencias en su área durante los festejos han sido cero.
La verdad es que los podemitas y los nacionalistas en esta ausencia de gestión o extralimitada idem solo han puesto el freno al avance diario de esta ciudad. Desde el traslado de la cruz de Ribalta, al cambio de nombres de calles, desde la incapacidad de solventar los problemas habituales de los vecinos de la Marjaleria a no poder frenar la decadencia del pie carrizo en el Sindicato de Riegos. Y de la falta de gestión en limpieza a la nefasta en materia de fiestas, protagonizada por su concejal delegado, Omar Braina, con despistes administrativos y burocráticos, fallos de protocolo, actos mal organizados, ocultados por la magnífica Magdalena protagonizada por el pueblo castellonense para vivir sus fiestas mayores.
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