Imagen: «La cruz que chilla», Carlos Sarthou. Geografía general del reino de Valencia (1920-1927) Vol. II
En la historia no solo sobreviven los grandes hechos, también lo hacen aquellos misterios que se resisten al olvido. En la villa de Ademuz, Valencia, pervive uno de esos enigmas: la leyenda de “la cruz que chilla”, una pequeña cruz de hierro descubierta, según la tradición, por un pastor anónimo a finales del siglo XVI.
Tras su hallazgo, fue colocada en el antiguo cementerio de la iglesia de San Pedro, un lugar que, tras la construcción del nuevo templo en 1644, cayó en el abandono salvo durante las fiestas de la Cruz de Mayo, herederas de antiguos ritos de fertilidad paganos reconvertidos por el cristianismo.
La cruz pronto se convirtió en objeto de asombro. Testimonios recogidos en crónicas como las de Carlos Sarthou y Tomás López de Vargas Machuca, relatan que emitía chillidos agudos, sudaba, lanzaba chispas y se coronaba de luces cada vez que se aproximaba una tormenta. Para el pueblo, era una señal divina; para la Iglesia, un fenómeno incómodo.
En 1653, el obispo de Segorbe ordenó su custodia, y tres años más tarde solicitó su reconocimiento oficial como objeto de peregrinación. Roma respondió enviando una comisión inquisitorial. El temor se apoderó de los vecinos: cualquier declaración errónea podría ser interpretada como superstición o herejía. El veredicto fue negativo. La cruz fue despojada de toda significación religiosa, tachada de simple efecto natural. El argumento: las nuevas normas del Concilio de Trento, que exigían la eliminación de reliquias no aprobadas por la ortodoxia.
Ese mismo año, un terremoto destruyó la iglesia de San Pedro y su cementerio. Solo la cruz sobrevivió. ¿Casualidad o signo? Nadie lo sabe. Lo cierto es que, con el tiempo, la cruz desapareció, víctima del abandono y la indiferencia institucional.
Hoy, solo queda el eco de su leyenda, de su recóndita procedencia, de una advertencia sobre cómo la fe popular y el misterio pueden ser silenciados, pero no olvidados. Ademuz, con su herencia medieval y espiritual, aún guarda secretos esperando ser redescubiertos.
Comparte la noticia