Susana Gisbert. /EPDALlegadas estas calurosas fechas, hace algunos años, se hablaba de las “serpientes de verano”. Se trataba de informaciones más o menos intrascendentes, pero siempre llamativas, con las que los informativos llenaban páginas y horas de emisión ante la ausencia de actualidad, puesto que la actividad “oficial” y el deporte liguero estaban de parón veraniego. No eran inventos, pero se inflaban noticias reales para estirarlas como un chicle.
Hoy ya no hay serpientes de verano. Entre otras cosas, porque, aunque la actividad oficial se paralice, siempre hay asuntos que siguen candentes y, en cuanto al deporte, siempre se inventa algún campeonato nuevo para que el pan y circo no pare.
No obstante, y aunque no fueran serpientes de verano propiamente dichas, recuerdo casos que llenaron horas y horas de las vacaciones para, poco a poco, desaparecer hasta que su actualidad se extingue, aunque el problema siga ahí. Recuerdo el verano de la llegada de los talibanes al poder en Afganistán o el de los refugiados sirios; de unos u otros poco se habla hoy, aunque siga viva el fuego que avivó aquella llama y, desde luego, sus consecuencias. Y, casi como una constante, el enésimo verano negro para la violencia de género.
También recuerdo acontecimientos más domésticos, como el caso de Juana Rivas -que hoy ha vuelto a la actualidad porque el problema nunca dejó de existir- o la deformación y exageración de la realidad con las historias de okupas, que en la mayoría de los casos no eran tales pero que fomentaron un clima de alarma que continúa, par gozo de las empresas de seguridad.
Ahora, en plena canícula, ya hemos tenido horas y horas de televisión y radio, y de todo tipo de publicaciones acerca de los sucesos de Torre Pacheco. No hay ninguna exageración en este caso, desde luego, porque el tema tiene su miga, pero el tema que subyace, el aumento del racismo, ahí sigue. Por suerte, los terribles sucesos han acabado, fundamentalmente por la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad, pero la xenofobia, no. La mayoría de jóvenes que ahí se congregaron al repugnante llamamiento de una cacería al migrante, siguen ahí y, o mucho me equivoco, en una semana nos importarán un pimiento. Seguro que surgirá algún nuevo caso de corrupción -parece que ya estamos en ello-, o cualquier otra historia llamativa que borraran de un plumazo la atención al problema de fondo, como olvidamos todos aquello otros. Hasta la próxima.
Y es que la actualidad está muy bien, pero debería servir para aprender algo. Y eso parece que no es cosa del verano…ni de ninguna otra estación
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