Lute Pérez, escritor y profesor de escritura creativa. /EPDASi preguntáramos a nuestros alumnos ¿Qué es para vosotros la escritura?, seguramente nos responderían que es algo aburrido, lo relacionarían con términos como ortografía, gramática, corrección, que para ellos no tienen ningún valor o atractivo.
Es cierto que para escribir debemos usar reglas gramaticales y diccionarios, pero la escritura es mucho más que eso, a través de ella podemos aprender, imaginar, reflexionar y gozar de la belleza de la realidad o de la invención.
Durante el proceso de escritura los alumnos no solo aprenden a escribir en una lengua, sino que perfeccionan las otras destrezas comunicativas al intercambiar y compartir ideas y razonamientos con sus compañeros. Aprender a escribir significa aprender a organizar ideas, construir textos con coherencia lógica, adaptar el estilo según el destinatario, el tema tratado y el tipo de texto. La habilidad de escribir es una vía que apoya el aprendizaje de otros aspectos de la actividad verbal, si se orienta debidamente y se realiza de forma frecuente en el aula y no como una actividad independiente de la clase.
Durante mucho tiempo escribir fue considerado como la unión de grafías y palabras que formaban frases gramaticalmente correctas, o sea, un sistema de signos al servicio de la oralidad. De esa manera, esta destreza fue trabajada con esa visión en el aula y, por lo tanto, las actividades propuestas eran insuficientes para desarrollar la comprensión comunicativa por escrito, por parte del alumno. Hoy la expresión escrita es considerada una destreza en sí misma en la que intervienen conocimientos gramaticales, procesos cognitivos, recursos técnicos y estilísticos y en la que se activan estrategias comunicativas. En esta nueva concepción es necesario tener en cuenta las aportaciones de la Lingüística textual y del Análisis del discurso que defendían que escribir textos es construirlos.
La escritura, además de servir como instrumento de fijación de conocimientos de la lengua, es una forma de aprender el mundo, su cultura, sociedad, etc. representado por la lengua, y también un medio para llegar al conocimiento de uno mismo, para desarrollar el propio pensamiento del alumno. Este es el enfoque basado en el proceso.
Hemos de observar antes, durante y después de escribir un texto, distinguiendo el escritor competente del incompetente y llegando a la conclusión de que el escritor competente tiene en cuenta a su lector, prepara borradores, desarrolla sus ideas, revisa su texto, reelabora el esquema de su texto, etc.
Para que los alumnos participen en el aula y no se pierda el ritmo de la clase, debemos plantear actividades colectivas. Aquí es donde empieza la verdadera búsqueda y selección. Los alumnos en clase pueden escribir en parejas o en grupos, con lo que, por una parte aprenden a trabajar con los demás, lo que mejora el conocimiento entre ellos, y por otra, superan la barrera de la creatividad, ya que lo que no se le ocurre a uno, se le ocurrirá a otro. La introducción de lo lúdico y de la competición también ayudará enormemente a concebir esta tarea como algo agradable.
Por todo esto creemos que la escritura creativa fomenta el conocimiento de la propia lengua, la creatividad, la comprensión comunicativa, la destreza, la organización de ideas y el autocrecimiento.
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