Vicente Montoro. /EPDAEl otro día se daba a conocer que Barcelona, ciudad con que Valencia lleva décadas disputándose el liderazgo del Mediterráneo, acogería la Copa América del 2022 porque nuestros actuales gobernantes prefieren no revivir momentos tan gloriosos como el 2007 o el 2010 -con la celebración del GP de Fórmula 1 y la America’s Cup en la capital del Turia-. Y, tras denunciar el abandono impuesto por Compromís a un silencioso PSPV en redes sociales, recibí respuestas que fue del todo sorprendentes: desde la corrupción, hasta el malgasto de dinero pasando por que mi partido sigue siendo el más corrupto aunque las sentencias judiciales en la Comunitat Valenciana digan exactamente lo contrario.
La Copa América, reconocida como el gran evento más rentable tanto social como económicamente, no se celebrará en Valencia. Nuestra ciudad ha visto pasar por delante una oportunidad de oro que la volvería en el mapa: donde Rita siempre la quiso. Pero ya no es eso. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con el tema de la corrupción? ¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando que nos tilden a Camps, Rita, Blasco, Consuelo Císcar o al partido en su conjunto como corrupto? ¿Por qué seguir agachando la cabeza si la Justicia nos ha dado la razón a quienes siempre apostamos por su inocencia? ¿Cómo se les repondrá el honor?
Es aburrido y cansado tener que defenderte y mostrar los datos porque a la izquierda le dan absolutamente igual. Podríamos hablar del IPC pero hablarían de Franco, Ucrania y Ayuso y puf, ¡qué pereza! Ellos, también con perspectiva de género, fueron quienes judicializaron a gobiernos valencianos hasta conseguir la apertura de más de 60 causas contra dirigentes que han terminado con más de 200 personas absueltas y con personas como Francisco Camps con 12 años de calvario judicial interminable y, casualmente, todo en su favor. ¡Cuántas casualidades! Una eterna condena que parece no cerrarse. Una quemazón social que parece no querer dejar de hervir.
Las líneas rojas que imponíamos cuando la izquierda acaparaba todos los platós de televisión para denunciar a la inocente Rita o al incansable Camps cambian, de manera abrupta, cuando ellos alcanzan el poder. Y, perdónenme que me remita a los hechos pero Oltra sigue teniendo a un exmarido condenado y 13 personas de su consejería investigadas y las ayudas al hermanísimo del President están siendo investigadas.
Este fin de semana se celebra en Sevilla el Congreso del partido al que todas estas personas han hecho grande y, si no, sólo hay que echar un ojo a la historia. El Partido Popular que surja del Congreso Extraordinario más necesario en toda su historia debe cerrar las heridas que el mismo tiene con el pasado. Con dirigentes que se apartó entrando en el juego inmoral de la izquierda, con dirigentes que se obligó a dimitir, con militantes que perdieron la ilusión por faltas de liderazgo, con afiliados que se sintieron huérfanos tras ello. Con todos ellos, el Partido Popular tiene una deuda no sólo simbólica sino histórica. Un partido que apueste la prudencia y la presunción de inocencia. Un partido que confíe más en la palabra de quién trabaja incesantemente por dar un futuro a una región y menos en las intervenciones y el acoso de los líderes de la izquierda quienes han perdido toda moral. En definitiva, un partido que huya de la precipitación.
Y creo que con Feijóo podemos conseguirlo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia