PAI Turianova. MV
Zona de Benimaclet. MV. Las ciudades son un reflejo de las sociedades que las habitan, la gran obra que se va legando de generación en generación. Ambos sistemas dialogan un orden común y así como las sociedades moldean la ciudad a su imagen, estas configuran el desarrollo de las comunidades que la habitan. Una urbe basada en viviendas unifamiliares limita los contactos y acaba generando ciudadanos individualistas, aquellas en las que se desarrollan guetos (da igual si es un gueto de favelas o un Hudson Yards) acaban siendo impermeables y desiguales, y las conformadas por sucesiones de bloques degeneran en pueblos alienados.
Al final, la clase de ciudad en que vivimos determina nuestro día a día, si vamos a desplazarnos en coche, en metro, en bici o a pie; si vamos a compartir espacio con personas de distinta clase social y descubrir que existen otros problemas más allá de los propios de nuestro círculo o si, simplemente, tenemos la posibilidad de salir a hacer deporte sin depender de un gimnasio.
Todas estas pequeñas y aparentemente insignificantes gotas acaban conformando nuestro carácter, tanto individual como colectivo. Es por ello por lo que aplaudo el interesante y acalorado debate que se ha producido a lo largo de las últimas semanas a raíz de la disputa sobre el futuro de Benimaclet, más allá de la demagogia habitual y pullas varias entre socios de gobierno.
Es un tema complejo, como casi todos los que suscitan cierto interés, y poco queda por decir que no se haya dicho ya. Cada colectivo tiene sus propios intereses y todos somos conscientes de que muchas veces la voz que más ruido hace no es la mayoritaria ni la que tiene la razón, y que esos espacios que se publicitan como abiertos, plurales y horizontales, a la hora de la verdad no lo son tanto, ni mucho menos.
En fin, lo que vengo a decir es que finalmente habrá PAI (El programa de actuación integrada que pretende urbanizar y gestionar los terrenos de Benimaclet que lindan con la Ronda Nord), la desclasificación total es imposible e inasumible, es algo que más allá de nuestra ideología cualquier ciudadano mínimamente consciente debe tener claro. No sé cuál será el resultado, pero sin duda será uno mucho mejor que el planteado inicialmente desde el despacho de una constructora o de las oficinas consistoriales. Los debates, aunque exasperantes, acaban propiciando resultados mucho más meditados y consensuados.
Hay que reconocer que, aunque algunas de sus acciones y postulados nos resulten a muchos difíciles de justificar, estos colectivos ayudan a realizar una revisión constante del modelo de ciudad que tenemos, y es de agradecer. Vivimos en una sociedad diversa y nuestras ciudades deberían aspirar a la misma diversidad, para dar respuesta a las necesidades del mayor número de habitantes. No debemos olvidar que el terreno disponible es escaso y más si hemos consensuado comenzar a comportarnos como una ciudad-isla que no quiere crecer más allá de lo necesario protegiendo el patrimonio de la huerta.
Para ilustrar porqué siempre es una mejor idea decidir tras un debate, debemos irnos más al sur, a la operación que sigilosamente se está desarrollando detrás de los bloques blancos de la Nueva Fe. El PAI de Fuente San Luis, apodado comercialmente Turianova, es un buen ejemplo de lo que pasa cuando esto no se da.
No hace mucho, menos de una década, estos terrenos eran auténtica huerta productiva, hoy en día aquello se ha convertido en un ir y venir de hormigoneras. Los nuevos vecinos crecerán encerrados entre una autovía, las vías del tren y el sarcófago de hormigón que es el nuevo cauce del Turia y su única conexión con la urbe será una nimia pasarela. Sin dotaciones o servicios a la vista, los vecinos del futuro barrio estarán condenados durante muchos años a depender del coche para ir siquiera a comprar el pan. En unos años pedirán el soterramiento y que como bien sabemos, eso no pasará.
Han surgido noticias esta semana que hablaban de un futuro centro comercial y una serie de oficinas en las inmediaciones del nuevo barrio. La ciudad necesita aumentar su parque de oficinas, eso es cierto, pero quizás un lugar aislado de la periferia conectado únicamente por el embudo de una carretera no es la mejor localización.
Por otra parte, la idea de un nuevo centro comercial me resulta como mínimo sorprendente. Sobre todo, teniendo en cuenta que es un modelo que ninguno de los socios de la coalición comparte y que se encuentra en franca decadencia bajo distintos nombres en similares localizaciones, siendo Gran Turia el primero en pasar por mi mente.
Sin embargo, hay un mercado para este tipo de barrios y no podemos negarlo, no hay que ser muy avispados para saber dónde encontrarlo.
Un enorme cartel a la entrada anuncia el principal reclamo: piscinas, zonas comunes, pistas de pádel, el sueño español pre-2008 al alcance de la clase media, si esta es capaz de obviar el hostil entorno que la rodea por supuesto.
Una sucesión de bloques sin riqueza tipológica en cuanto a viviendas, imanes de un modelo homogéneo de familia, pequeñas burbujas en la ciudad pero que no pertenecen en realidad a ella.
Finalmente, y como el paisaje es cada vez más el marco desde el cual se diseña el urbanismo, es importante tener en cuenta la imagen que proyectará la ciudad con estas actuaciones.
Tanto Benimaclet como Turianova serán las puertas de entrada a Valencia, desde el norte y desde el sur, respectivamente. Una carta de presentación que no es digna en ninguno de los dos sentidos.
La chispa de Benimaclet es solo es el principio, pronto llegará el turno del Grao y ahí sí, amigos, preparen las palomitas de la que se viene. La ciudad debe crecer si no quiere quedar a merced de la macrocefalia de Madrid y ser engullida por esta, pero no a cualquier coste. Si el terreno es escaso, su uso debe ser de amplio consenso y reflexión, no a diez o quince, sino a cincuenta años vista
Posiblemente nunca lleguemos a tener la ciudad utópica con la que soñamos muchos, ninguna lo es fuera de los libros de ciencia ficción o los pueblos Potemkin de las dictaduras autoritarias, pero será una mucho mejor que la que surge solamente desde la más pura especulación económica. Quizás ese es el mejor legado que le podamos dejar a la siguiente generación.
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