10.850.000 euros. Es la cifra que, según Las Provincias, el gobierno de Ribó ha aprobado en contratos sin necesidad de pasar por concurso público. Es decir, 110,85 millones que han gastado a diestro y siniestro sin filtro alguno desde mayo del 2015.
Y no es que lleven la ley al límite. No es que simplemente se den contratos públicos a dedo algún euro por debajo del límite legal. Es que luego aprueban un sablazo fiscal para llevar a las familias al límite financiero. Suben el IBI hasta una carga fiscal máxima, se posicionan contra proyectos que darían riqueza a la ciudad y tienen la ciudad hecha un cristo. Pero no pasa nada.
El Ayuntamiento de Valencia recaudó 451 millones de euros por impuestos a los vecinos y las vecinas de la ciudad sin despeinarse y luego se permiten el lujo de, en lugar de atraer inversiones para seguir haciendo grande la ciudad, postrar un monolito propagandístico del partido del alcalde en la plaza más céntrica. Cualquier cosa para justificar no bajar impuestos. Cualquier gasto con tal de no ceder ni un centímetro ideológico ni conceder la mínima victoria política a la oposición. Porque la ciudad de Valencia reclama, no sólo un cambio político, sino un cambio en que se ejerza el mando del Cap i Casal.
Y Valencia tiene la honorable victoria de situarse junto con Barcelona en el podio de las únicas grandes ciudades que en plena pandemia, año 2020, aumentaron su recaudación por impuestos. Comúnmente se prefiere llamar recaudación pero permítanme llamarle sablazo. Porque no es más que un continuo atraco a los bolsillos de los valencianos y valencianas para servir a sus intereses partidistas. No hay más. Porque seguimos esperando la segunda parte de la reforma de la plaza del Ayuntamiento, la finalización de la plaza de la Reina, la finalización de la avenida del Puerto, el plan Cabanyal que nunca se ejecuta, las supuestas reformas de las Grandes Vías, o los diferentes PAI de la ciudad. Y luego salen los datos de las ejecuciones presupuestarias de las diferentes concejalías y… ¡sorpresa! Más del 80% de los proyectos se dejan sin ejecutar. De hecho, a fecha de abril de 2022, sólo el 2’8% del presupuesto había sido ejecutado. Ahora, explíquenme… ¿para qué queremos dicha recaudación récord si la ejecución es, cuanto menos, efímera? ¿Es realmente necesario ese sablazo fiscal al ciudadano? ¿Para qué el mayor presupuesto de la historia de la ciudad si no llega a los barrios por la ineptitud para poder ejecutarlo?
Máximo de recaudación para que se gasten sin contrato público, sin control legal y como al gobierno del señor Ribó le apetezca. ¿Es este el modelo de consistorio que de verdad queremos para Valencia? Yo apuesto por un cambio que acerque la transparencia, las ganas y las inversiones a los barrios de la mejor ciudad del mundo.
La historia de nunca terminar con la recaudación.
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