Chelo Poveda. /EPDA El corazón late, normalmente, entre 60 y 80 veces por minuto. Con cada
latido bombea la sangre a través de las arterias y así riega cada
órgano, cada miembro y cada célula de nuestro cuerpo. ¿Y qué ocurre
cuando una arteria se obstruye? ¿Qué ocurre si la sangre no llega a un
órgano o a un miembro? Primero agoniza, después se gangrena y se pudre
en vida. Quién no lo haya sufrido no lo sabe, pero esto duele, duele
mucho. Después, la ausencia de sangre nueva y limpia hace que el miembro
muera. Al final solo queda una opción, amputar.
Pues bien, este
ejemplo médico me sirve para ilustrar perfectamente lo que está
ocurriendo en Benimaclet. Hay quienes están interesados en la muerte (o
más bien, en el asesinato) de la huerta que sobrevive en el barrio a
base de lucha colectiva y de conciencia medioambiental. ¿Y cómo matas la
huerta que ha vuelto a florecer entre el asfalto y el abandono? ¿Cómo
matas algo que quiere vivir?
Hay alguien que ha acertado el
tiro. Hay alguien entre los sicarios de la huerta que ha apuntado al
origen de la vida: el agua. Una excusa tan mala como la contaminación
del agua de la acequia que riega las huertas de Benimaclet ha servido
para iniciar los trámites para cerrarla. Es decir, el brazo de Alegret
de la acequia de Mestalla está contaminada a causa de algunos edificios
que realizan vertidos y, como consecuencia lógica (nótese la ironía), en
vez de reparar las causas de los vertidos, la administración escoge
cerrar la acequia. Hasta aquí la lógica es la de un sicario de la
huerta, como los sicarios que hacían huir a las familias de los terrenos
donde había petróleo. Así pues, cierran el grifo y el agua que riega la
huerta no llega. La huerta, poco a poco, morirá sin el necesario riego,
después solo queda la gangrena y la muerte. Y cuando la huerta muera,
los buitres irán a comerse los restos, como carroñeros.
¿Cual es
el petróleo de Benimaclet? ¿Dónde están puestos los ojos de los buitres?
Efectivamente, en los terrenos del PAI. Desde luego la lógica es
retorcida, pero en política la ingenuidad la podemos dejar aparcada en
el baúl de los recuerdos. Una vez muerta la huerta ya no quedará
reivindicación alguna a quienes luchamos contra el PAI para defender la
huerta. Entonces los sicarios podrán decir que eso ya no es huerta, que
solo son solares y que lo que hay que hacer es construir y levantar
altas torres de treinta pisos para que, donde antes plantábamos tomates,
podamos llegar a ver el puerto de Ibiza desde la azotea.
Señoras
y señores, señor Ribó y señora Sandra Gómez, dejen las medias tintas y
los juegos en las sombras. Valencia no debe perder más huerta ni debe
seguir contribuyendo y promoviendo una nueva burbuja inmobiliaria. Desde
luego, no es nada nada ecológicamente sostenible. No necesitamos más
vivienda nueva con 40.000 viviendas vacías. Necesitamos mantener cada
palmo de medioambiente vivo, necesita calidad en el agua y en el aire.
Rectifiquen, arreglen las acequias si hace falta y, sobre todo arreglen
su política urbanística, que esto sí que hace falta. Nosotras lo tenemos
muy claro, frente a la especulación defendemos la vida, y si
estuviéramos en el gobierno municipal así se haría. No al cierre de la
acequia de Alegret.
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