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La imputación mantenida contra la Infanta
Cristina en el caso Nóos no sólo responde a criterios “objetivamente” penales
sino que, aprovechando la debilidad de la Monarquía irreversiblemente dañada,
también es una forma subjetiva que pretende subvertir el orden político y
jurídico actual bajo el paradigma de un sistema republicano casi considerado
por algunos como un lugar idílico donde nunca sucede nada y que puede cambiar y
transformarse de tanto en tanto
La Infanta y su marido, aunque gocen de la
presunción de inocencia, despiertan no sólo el rechazo social y la
antipatía-también cansancio y hartazgo- sino también el aborrecible hastío
pues hay datos suficientes para creer que el Instituto Nóos, dirigido por
ellos, malversó el dinero procedente de la Administración y que se les dio más
por ser ellos que por haber alcanzado méritos suficientes para captar esos
fondos públicos cuyo destino era desconocido aunque luego aparecía en forma de
palacete en Pedralbes y apartamentos en Mallorca y en otros lugares también
producto del uso fraudulento del Instituto Nóos que en principio ejercía
públicamente su labor bajo el título del teórico “ sin ánimo de lucro”, más
una excusa que una verdadera y leal observancia de la ley.
Al ser preguntado el que fuera ministro en el
gobierno de Aznar y presidente también de las Baleares, Jaume Matas respondió
con total tranquilidad que había adjudicado ese dinero a los proyectos de
Iñaki Urdangarín porque era “Él” y no otro quien quería captar aquellas
subvenciones públicas presumiblemente legales aunque luego se servirían de todo
un entramado para “lavarlas”y presentar su trabajo y dedicación en una
apariencia altruista después vista como ilícita
Este extremo quizá es el que
provoca doblemente el escándalo y la comprensible y consecuente alarma social
al creer que el Jefe de Estado y su familia son quienes primero han de cumplir
la ley y aparentar que todo es normal, diríase casi correcto.Al no hacerlo, no
sólo se ha roto esa aparente “intocabilidad” del Rey sino que también ha
sometido al juicio público la forma de Estado y la correspondiente vigencia
de la Constitución actual de 1978.