Héctor González. EPDA He crecido en el Grupo Antonio Rueda de Valencia, en las cercanías de la avenida Tres Forques. He estudiado en el colegio público Doctor López Rosat –recientemente renombrado Parc de l´Oest- y jugado en las pistas de fútbol sala y baloncesto de la explanada cercana. Por aquel entonces caminar a determinadas horas del día, sobre todo cuando oscurecía, por calles como María Zambrano o Fotografía (nombres actuales) ya implicaba su peligro.
La cosa se complicó en los primeros años de la etapa del instituto Cid Campeador. En el banco de madera de la puerta se aposentaba una serie de individuos conflictivos que se dedicaban a insultar, increpar o robar a estudiantes que pasaban ante ellos. La denigrante fama del Chaparral –o Chapa, como popularmente se conoce- nos precedía a quienes éramos de la barriada cuando conversábamos con otras personas de nuestra edad en discotecas de la época, como Distrito 10 o Jardines, o en Mestalla, por citar lugares comunes.
Hasta que la acción conjunta de centros educativos, vecinos y policía consiguió acabar con aquella situación de los años 80-90 y proporcionar al barrio tranquilidad. No obstante, nada es eterno, y lo bueno, si no se cuida, puede perderse. El ataque a los falleros de la comisión Norman Benthune-Grupo Antonio Rueda en la pasada noche de la cremà únicamente refleja el deterioro de la convivencia. Es un botón de muestra visible. Hace tiempo que acercarse –no digo ya intentar jugar- por las canchas de fútbol y baloncesto resulta un deporte de riesgo. Lo mismo o peor ocurre en la pista ubicada en la plaza de Maguncia.
Me recuerda a ciertas zonas de Marsella que he visitado este verano. No me vale la falacia de aludir a interculturalidad para justificarlo. La convivencia de culturas, para que se produzca, ha de basarse en el respeto y no generar inseguridad para nadie, ni para oriundos ni para foráneos.El barrio necesita desde hace años una reparación de infraestructuras, mejora de espacios públicos, acondicionamiento de solares y refuerzo policial. ¡Y eso que tiene casi pegada la Central de Policía! Se ha ido dejando a su suerte, abandonando, y sé, por la experiencia vivida, lo fácil que resulta convertirse en una especie de gueto y lo complicado de salir de ahí. Escribo del Chaparral porque lo conozco más. Un buen amigo que reside en Torrefiel me comenta que por las noches los gritos y las agresiones se suceden en la calle, que no se atreve a asomarse al balcón de su vivienda. En Marxalenes las quejas vecinales proliferan por las peleas y botellones. En la Fuensanta falleció hace tres meses un hombre de 40 años apuñalado…
Valencia ha destacado durante décadas como una ciudad admirada por su bonanza meteorológica y por su seguridad urbana, por la que se puede pasear a cualquier hora del día y de la noche. Ahora, aunque no tanto, lo sigue siendo, pero ¡cuidado! Empieza a perder su seguridad. Y cuando se entra en esa dinámica, o se ataja pronto o la situación se puede complicar y mucho.
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