Cremà de una de las fallas. Foto: EPDA.
La noche comienza pronto,
tras la cremà de las fallas
infantiles, los presidentes y las falleras mayores de las seis fallas se reúnen
en la playa para lo que ya se está convirtiendo en una tradición: potenciar con
un brindis y un pequeño castillo la hermandad entre los máximos representantes
de cada falla, junto a los miembros de la Junta Local Fallera.
“Este año hemos tenido
mucha participación y algunas pequeñas innovaciones, como la cena de
convivencia, han contribuido a potenciar la hermandad entre todas las fallas de
la población”, subraya por enésima vez José Luis Muñoz, presidente de la junta
local. “Los miembros de la junta hemos formado un gran grupo, ha sido un placer
trabajar junto a todos ellos y, por mi parte, no me importaría seguir como
presidente, aunque eso dependerá de la existencia o no de otros candidatos; si
los hay, realizaremos votaciones a finales de abril”.
Felicitaciones a los
nuevos presidentes y falleras mayores, recién elegidos en la mayoría de las
fallas apenas unos minutos antes. Buen rollo y algo de cava para combatir el
aire del mar que a esas horas ya no es suave brisa, sino viento frío que
presagia una noche movida.
Por cierto, los mayores
brindan, pero los presidentes y las falleras mayores infantiles no pueden
hacerlo por aquello del alcohol. Anotación entre paréntesis: habrá que pensar
algo para que ellos puedan brindar el próximo año.
Un breve castillo: hay
crisis pero es bueno mantener los actos que denotan hermandad, aunque sea de
forma simbólica. Y todos a la cremà de Camí la Mar, donde no hacen falta
bomberos, basta con la brigada municipal de obras y servicios, una ambulancia y
los chicos de Protección Civil, que se apuntan a todos los eventos que se
organizan en la población: buena gente, siempre dispuesta a echar una mano.
Jorge y Mamen prenden la
mecha y arde con rapidez. Foto de familia, alguna lágrima ―alguien asegura que
es por el frío, no por el fuego― y el sorprendente ninot indultat de este año
que se salva de la hoguera.
Y todos corriendo al
coche porque se acerca la medianoche, hora de comenzar el desfile final de las
fallas en Puçol que, debido al tiempo, acaba convertido en algo parecido a un vía
crucis.
L’Antiga Muralla recibe
al numeroso público asistente con una sorpresa: un abanico con el nombre de Mª
Jesús preside el monumento, es el homenaje de la comisión a una de sus
componentes, que ya no podrá estar contagiando su sonrisa en las próximas
fallas.
Todos se hacen una foto
de familia antes de la cremà, mientras esperan a unos bomberos que no acaban de
llegar, aunque todo tiene una explicación: “Una unidad ha estado apagando un
incendio en la urbanización Los Monasterios y otra viene de apagar otro
incendio en el marjal que hay entre El Puig y La Pobla”, aclara Vicente Giménez,
intendente jefe de la Policía Local. “Al final nos toca el equipo inicialmente
previsto, tras la cremà de Rafelbunyol”.
Demasiada faena para una
sola noche. Pero todo llega. El monumento arde bien, excepto una máscara que se
empeña en mantenerse en pie… hasta que un bombero la mete de cabeza en el
centro de la hoguera. Alguna lágrima contenida.
Y todos otra vez al trote.
En Palau-La Torre nos
espera tranquilidad, robustez y experiencia, tanta que el soporte central del
monumento se niega a caer y ahí sigue en pie… incluso cuando los vecinos ya han
emprendido el camino de la calle Sant Joan hacia la avenida Valencia.
De Palau hay que destacar
su hermoso castillo. Siempre llama la atención, no sólo por su tamaño, sino por
su ubicación: la plaza Joan de Ribera ofrece espacio para lanzarlo y eso
permite captar imágenes sugerentes, con el monumento en primer plano, el castillo
en el medio y allá al fondo la iglesia de los Santos Juanes. Una bella estampa.
Aunque para castillos el
de Hostalets: larguísimo y, con diferencia, el más ruidoso de la población.
Algo parecido a lo que sucede con su mascletà a mediodía.
Este año, sin embargo,
Hostalets pasará a la historia por ser el momento en que comienza a lloviznar:
poco, pero lo suficiente para hacer peligrar las cámaras, dejar empapadas a las
falleras y, en fin, provocar algún disgusto durante la cremà.
Especialmente destacable
esa palmera que el sábado se vino abajo por el viento y mató a Camps… perdón,
queremos decir al ninot del ex, ataviado con sus trajes y alguna que otra
percha. Uno de los favoritos para ser indultado, aunque al final ese premio
recayó en Camí La Mar. En cambio, el lunes noche no había manera de que la
palmera ardiera y mucho menos que cayera.
Cuando nos largamos bajo
la lluvia a la siguiente falla, la palmera seguía en pie.
Molí de Vent es por
segundo año la ganadora y se nota. La música continúa en marcha cuando llegan
los bomberos: quieren exprimir su triunfo hasta el último momento.
Llueve, todavía sin mucha
intensidad, pero moja… Y eso se nota sobre todo al encender la traca inicial,
que no prende como estaba previsto. El castillo se puede disfrutar en directo,
pero fotografiarlo resulta más complicado: si levantas la cámara el objetivo se
llena de gotas de lluvia.
El monumento central arde
bien. El presi y la fallera mayor posan tantas veces como haga falta: felices,
radiantes, son los ganadores. Y ya van dos años seguidos.
Picaio, en cambio, se lo
toma todo como algo más familiar. Ha habido que esconder la traca bajo el
monumento para evitar que se moje. Fallera mayor y presidente son marido y
mujer, así que no tienen problemas en ponerse de acuerdo hacer entrevistas o
escribir crónicas para prensa: todo queda en casa.
Cuando llegan los
bomberos son casi las 3 de la madrugada. Bajo la lluvia ya no queda mucho
público, pero el que queda es de Champions. Todos se reúnen tras la rápida cremà
para la foto final.
Un año más lo han
conseguido: son pocos, pero trabajan duro.
Como también lo hacen los
de Protección Civil, que se mojan siempre que hace falta… y nunca mejor dicho.
También se mojan los bomberos, aunque estos ya vienen bien equipados para
protegerse del fuego, de la lluvia o de lo que salga. En cambio, a los mozos de
la Policía Local la lluvia les pilla en pleno servicio: toca mojarse.
Y tras ellos, como
siempre, los chicos de la brigada municipal en plan coche escoba: limpiando los
restos, recogiendo las cenizas y, en definitiva, dejando las calles libres para
el tráfico rodado el martes por la mañana.
Quien no acude es la
alcaldesa Merche Sanchis. El martes por la mañana toca madrugar para coger el
AVE a Madrid: una comisión de la mujer de la Federación Española de Municipios
y Provincias la deja fuera de al cremà. Cosas de tener que atender varios
frentes a la vez. La sustituyen varios concejales, con José Mª Esteve al frente
de la representación municipal.
Por una vez, a ellos
también les toca mojarse.
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