Després de llegir el titular “El denunciante de la supuesta agresión homófoba que habría tenido lugar el pasado fin de semana en Madrid ha confesado que las heridas que tiene fueron consentidas” me sume al comentari de Fran Ferri, síndic de Compromís i un dels gais més influents del territori valencià, “Una total falta de respecte i empatia cap a les persones que SI que estan patint agressions homòfobes dia rere dia. Lamentable.”
Agafe eixa reflexió per fer un altra reflexió, totes i tots varem donar per vàlida la noticia perquè últimament estan passant massa coses relacionades amb l’odi al col·lectiu LGTBIQ. Ací agafe com a pròpia una reflexió de Alex Morales, regidor de l’Ajuntament de Cullera on diu “cuando Espinosa de los Monteros (VOX) dice que ‘hemos pasado de dar palizas a homosexuales a que ahora impongan su ley’ alienta, sin duda, a que los descerebrados piensen que hay que dar palizas a los gays para que no impongan su ley. Sus discursos de odio generan odio”. I ací està el problema. Estem normalitzant està serie de comentaris que alguns ho agafem com norma. És similar als islamistes fanàtics que criden a la gihad – la guerra santa – però esta volta parlem de gènere i d’orientació sexual.
Conec a moltes persones cabrejades perquè la noticia és falsa, altres contentes perquè ho és, que son les mateixes que parlen de les denuncies falses de violència de gènere, i conec a més gent que no és veu segura al eixir al carrer. Escoltava a la radio unes declaracions d’una persona trans, “feia dècades que no sentíem eixa inseguretat d’eixir al carrer fins a l’hora que vulguem o de vestir-nos com ens agrade” eixe és el problema no podem ser lliures perquè hi ha gent que no ens deixar ser-ho.
Subscric la frase de Monica Oltra, “hi ha qui dispara i pega amb les paraules i, després, uns altres s’emparen en eixos discursos i peguen amb les mans i disparen amb les armes” i acabe amb una reflexió de Pere Fuset, “SPOILER: Després del surrealista episodi de Malasaña, ara, davant de cada nova agressió homòfoba real descobrirem una nova cara del negacionisme. Tan previsible com trist.”
Doncs això alguns ens estan deixant un País molt trist.
El asunto del joven de Malasaña ha vuelto a poner sobre la mesa un mal que adolecía a la sociedad desde hace tiempo y que se ha trasladado a la clase política y no me refiero a los delitos de odio que están, por desgracia, de plena actualidad sino que me gustaría centrar el tiro en la mal sana necesidad de condenar cualquier tipo de noticia sin esperar a comprobar si ésta es cierta o no.
Obviamente no se trata de condenar y de mostrar repulsa de los delitos de odio por razones de lo que sea porque cualquier ciudadano medianamente en su juicio, debe de estar en contra de cualquier acción discriminatoria contra cualquier persona por razón de raza, género, credo o ideología. Me refiero al de “condenar” hechos concretos que todavía no se sabe si son ciertos y hacer uso político de ellos con la aviesa intención de sacar algún tipo de rédito político, algo que, en el caso de ciertos ministros que vienen de la carrera judicial debería, por lo menos, sonrojarles.
En este caso el denunciante en falso no señaló a nadie en concreto pero podría haberlo hecho ¿qué pasaría con esa o esas personas denunciadas en falso? ¿cómo se podría conservar algo sagrado y a la vez machacado como la presunción de inocencia?. No queda tan lejos el caso de Rocio Wanninkhopf donde la sociedad ya tenía culpable: Dolores Váquez y cómo el jurado popular desatendió lo que en derecho era evidente para condenarla por un delito que no había cometido.
Esta, democráticamente insana, práctica de querer ser el primero en condenar, el ponerse el pin, el sustentar la pancarta para aparentar ser el más contrario a los delitos de odio es ridícula y lo que se consigue con esto, aparte de pasar a ser totalmente inválido para ejercer cargo público ( y menos el de ministerio del interior) hace un flaco favor a los que realmente necesitan el apoyo social para poder vivir en paz y libertad.
Nos cargamos la libertad, la igualdad de derechos y el Estado de Derecho por un puñado de votos o de likes.