El número estimado de trabajadores y
trabajadoras atrapados en formas contemporáneas de esclavitud es más
elevado que nunca. Se calcula que asciende al menos 21 millones en
todo el mundo, afectando prácticamente todos los sectores y todos
los países, pero se han producido muy pocas condenas en relación
con este fenómeno y las medidas preventivas resultan ineficaces.
Los 21 millones de esclavos modernos
representan únicamente la punta del iceberg en dos sentidos. En
primer lugar, porque el trabajo forzoso está oculto y resulta
difícil de comprobar, de manera que muchas otras víctimas
permanecen sin ser identificadas, especialmente teniendo en cuenta la
inexistencia o ineficacia de la inspección del trabajo en muchos
países. En segundo lugar, el creciente número de trabajadores y
trabajadoras en condiciones de esclavitud moderna es consecuencia de
décadas de desregulación del mercado laboral, que ha dejado a los
trabajadores desprotegidos en la economía global. Además, muchas de
las personas atrapadas en la esclavitud son víctimas de otras formas
de explotación laboral, lo que las convierte a su vez en posibles
trabajadores forzosos el día de mañana. La esclavitud se da hoy en
día en las cadenas de suministro globales, y los Gobiernos deben
asumir la responsabilidad de adoptar y asegurarse de que se aplique
una legislación firme, la debida diligencia y la legalidad dentro de
sus países y en las cadenas de valor de las compañías
multinacionales que tengan su sede o que operen en su territorio.
En 2014, los Gobiernos adoptaron el
Protocolo de la OIT sobre Trabajo Forzoso, con el objetivo de
reforzar la prevención, protección y las medidas de compensación.
Pese a las contundentes cifras y el apoyo mayoritario de la comunidad
internacional a la adopción del Protocolo, Noruega y Níger son de
momento los únicos países que lo han ratificado, traduciendo así
las promesas internacionales en un compromiso a nivel nacional.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia