Vicente Cornelles. /EPDA Verso suelto del PP de Castellón, excelente parlamentaria, buena constitucionalista, reconocida por su rival, el senador del PSOE, Artemi Rallo, y socialmente mediática con intervenciones en el Cana 24 Horas y la Sexta, Salomé Pradas aterriza en la capital de la Plana para reflotar a los populares cara a las elecciones municipales y autonómicas. Génova es consciente que reconquistar la ciudad turquesa y naranja para el Partido Popular va a ser arduo difícil. Mientras, Carlos Mazón, solo tiene ojos para Alicante y Valencia (Castellón siempre marginada). En política no sale nada gratis. La señoría castellonense, con disciplina calvinista, acepta el reto, pero eso tendrá su precio.
Como su homónima, la del relato bíblico, caprichosa y voluble, quien le pidió a su tío Herodes Antipas la cabeza de Juan el Bautista, la Pradas, si se cumplen los negros presagios popularistas, suplicará al tetrarca Alberto cabezas en bandeja de plata como premio a una misión que significa un fracaso anunciado. En el desafuero en el que vive el PP de Castellón desde hace años, sobre todo por su incapacidad de trabajar proletariamente, la nueva Salomé del siglo XXI se convertirá en heroína de un proceso de redención que durante 8 años ha estado congelado e inmóvil, tiempo más que suficiente para generar ilusiones y cambios, y no las mismas caras de un pasado que nunca volverá.
La mayestática derrota del 2015, todavía no superada, es para el Partido Popular un estigma que no se solventa con nostalgia ni tampoco, en democracia, apelar al designio de los dioses. Hay que trabajar y convencer. Y punto.
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