La Comunitat Valenciana continúa perfilando el panorama político nacional. Pese a la visión centralista que tiende a convertir la política regional madrileña en estatal y admite injerencias dosificadas catalanas en esa percepción, la ola política irrumpe últimamente en el Mediterráneo. Y, más en concreto, en la costa de la provincia de Valencia. Quien quiera surfearla ha de tener muy en cuenta ese origen. Esta afirmación la realizo con pesar, porque no se moldea sobre la base de la buena gestión, de las múltiples virtudes y cualidades de esta tierra o del placer del estío vacacional, sino que se cimenta en dejadez, podredumbre y otros tics que erosionan más si cabe la ya denostada imagen de la política.
Porque en los dos años transcurridos de esta legislatura, tanto a escala autonómica como nacional, la Comunitat Valenciana ha adquirido un protagonismo emponzoñador. Lo inició con el pacto acelerado y obligatorio -de no hacerlo, inducía a repetir elecciones- entre PP y Vox que otorga la presidencia de Les Corts a la segunda formación y la del Consell, a la primera. Este hecho, el llegar a un acuerdo, forma parte de la dinámica natural de los partidos, pero también otorga munición adicional a quien lo denigra en función de los firmantes.
En la práctica constituye uno de los argumentos que más caló para movilizar a una parte del electorado e impulsar la famosa (y digna de profundo estudio politológico) 'remontada' -aunque conviene recordar que realmente se quedó a medias porque perdió las elecciones aunque obtuvo la presidencia del Gobierno- de Pedro Sánchez. Convenció a una elevada porción de votantes de que si el PP de Feijóo lo necesitaba, pactaría con Vox, con todo lo que ello pueda implicar. Bastaba observar el ejemplo de la Comunitat Valenciana. Sánchez surfeaba la ola.
Después de un año largo de mar político en calma, se encrespó de súbito, con olas métricas, por la dramática riada del 29 de octubre que devastó un tercio de la provincia de Valencia. Tanto Feijóo como Sánchez se lanzaron con prontitud a surfear mientras el president de la Generalitat, Carlos Mazón, apenas podía asomar la cabeza del agua para respirar. Por errores clamorosos propios y ataques desmesurados ajenos, el PP apenas lograba asirse a la tabla de surf mientras el PSPV aprovechaba el viento a favor.
Hasta que el nivel de las olas embravecidas subió más si cabe azuzado por un clásico de la política y del mando en general: la corrupción. Lo hizo con tres implicados en las filas socialistas, entre los cuales despunta un valenciano: el otrora plenipotenciario exministro y ex secretario de organización José Luis Ábalos. Alcanzó tal nivel que zarandeó la tabla de Pedro Sánchez hasta dejarlo trastabillado y a un tris de caer. No lo hizo porque, como buen capitán -así se definió- no abandona el barco cuando corre riesgo de hundirse.
Feijóo, recién confirmado en su asentado rol de presidente del PP, ahora sí que surfeaba con plena confianza en las posibilidades de su partido y con estilo decidido. Pese a ello, tuvo que esquivar el primer caso del nuevo escándalo, el de las titulaciones falsas autoatribuidas y afectó de lleno a su delfín (que nadie le busque el femenino porque se trata de un sustantivo epiceno) Noelia Nuñez, madrileña, que no valenciana. Pedro Sánchez empezaba a recuperar el equilibrio.
Hasta que la ola del comisionado del Gobierno para la dana, José María Ángel -este sí del socialismo autóctono, como Ábalos-, lo frenó. En su caso, el de Ángel, la supuesta titulación falsa iría más allá de engrosar el currículo de cara a la galería pública, ya que le permitió, según la investigación de la Agencia Antifraude, mejorar su categoría y emolumentos funcionariales. No lo han destituido. Se ha marchado por teórica voluntad propia -como Noelia Núñez, todo sea de dicho- y entre dudas de sus compañeros sobre si arremeter contra él como hizo Pedro Sánchez contra su también ex secretario de organización Santos Cerdán o correr un tupido velo en forma de "y tú más" dirigido hacia el rival político. Y Ángel se ha ido negándolo todo aunque sin enseñar su titulación.
De nuevo la competición nacional de surf político se dirime en la Comunitat Valenciana. Veremos por dónde llega la próxima ola y de qué magnitud será, que ni agosto parece dar tregua.
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