Adrián Navalón. /EPDA Es bien sabido que toda crisis es también una oportunidad. La crisis climática es, sin relativizar un ápice su seriedad, una oportunidad, la oportunidad verde. Una oportunidad que, frente a los negacionistas de la realidad (y la vida), nos brinda un sinfín de posibilidades de hacer una sociedad mejor, más cercana, más sana, más sostenible. Quienes niegan la crisis climática y quiénes ponen palos en las ruedas a las ambiciosas medidas que proponemos y necesitamos no sólo demuestran una falta de capacidad técnica y científica sino también una mirada política obtusa. Quienes niegan la realidad presente condenan el futuro; a nosotras nos encontraréis trabajando el presente para garantizar el futuro.
La oportunidad verde es una oportunidad de ciudad, de comunidad, de país y de planeta. La oportunidad verde es recuperar la soberanía alimentaria, es decir, volver a cuidar los campos como se merecen, volver a poner en marcha los campos parados y cuidar a la gente que los trabaja. La oportunidad verde es abandonar usos dañinos, abandonar consumos nocivos para la sociedad y conquistar nuevos servicios, como la ampliación de los servicios a la tercera edad, a las personas dependientes, a la educación, a la salud mental o a la sanidad pública.
Pensar en esta crisis como una oportunidad, sin dejar de atender su urgencia, es pensar en que una ciudad que mire al futuro debe poner coto a la obra nueva y la extensión sin límites de la ciudad. También se trata de pensar en recuperar espacios, en hacer espacios verdes, en recuperar flora y fauna. Se trata, en otro orden de cosas, de pensar en barrios para vivir y no (solo) para descansar y consumir; se trata de cambiar la forma de movernos y las necesidades de movimiento (servicios más cercanos, más vida social de barrio, transporte público de calidad y en cantidad, promover el caminar y el ir en bici). Es una oportunidad para desarrollar energía renovable y limpia, en facilitar las cooperativas de consumo energético, de vivienda o de alimentos. Es una oportunidad que hemos de agarrar con fuerza porque quizás sea una oportunidad única; es, desde luego, una oportunidad que nos ofrece hacer de la necesidad virtud.
En esta oportunidad podemos cambiar cosas que ahora funcionan regular (aunque algunas mejoren). Si recuperamos industria recuperamos fuerza y soberanía; si recuperamos soberanía alimentaria y producimos nuestros grano y nuestro pan (en la medida de lo posible) dejaremos de depender del grano extranjero. Aprovechando la oportunidad verde, podemos dar más y mejores servicios, mejores puestos de trabajo, mejores condiciones laborales y quizás hasta reducir la jornada laboral y vivir más y mejor. Es una oportunidad para conservar nuestros parajes, nuestras playas y nuestro humedal, seguir sirviéndonos de ellos y a la vez legarlos en todo su esplendor a las siguientes generaciones.
Entre la catástrofe y la inacción se abre la posibilidad. Que la esperanza, frente al sistema capitalista neoliberal y voraz, es lo que nos mueve. No rendirnos, seguir batallando por ver llegar otros mundos en nuestro propio mundo, ver llegar otra ciudad y otra sociedad en nuestra propia ciudad con nuestras compañeras, nuestros amigos, nuestras hijas y con la sociedad que amamos en su conjunto. Vienen tiempos en los que nos va a tocar decidir cosas muy serias, y para eso solo sirve la política de altura y la política con miras de futuro, de futuro como esperanza, de futuro como oportunidad.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia