Álvaro Ferrer, alcalde de Portell de Morella/EPDAMe gustaría que este artículo de opinión sirviera como homenaje a todos aquellos alcaldes y concejales que, con sueldos prácticamente nulos, pero alentados por un compromiso permanente con la sociedad en la que viven y en la que desarrollan sus actividades del día a día, ofrecen lo mejor de sí mismos a cambio, únicamente, de la satisfacción personal que les provoca el trabajar para sus pueblos y sus gentes. Pueblos que conforman en su mayoría la España profunda, despoblada y marginada, con falta de servicios e infraestructuras esenciales y que en ocasiones sufren de hasta una excesiva tranquilidad, y sus gentes, mayores, que tras un largo periplo de sus vidas siguen atraídos por sus raíces, por su tierra, por sus aromas, sus costumbres...gentes que siguen manteniendo en pie los pueblos de España.
En este contexto aparecen estos cargos públicos abnegados, cargados de ilusión y con inmensas ganas de cambiar las realidad de estos pueblos, personas que después de cumplir con su jornada laboral se ocupan y preocupan de que no fallen los servicios municipales más básicos como el agua, la luz, el teléfono, la televisión o internet, dispuestos a solucionar los problemas que van surgiendo en el camino, realizando política de primera línea, a pie de calle y sin importar el día o la hora.
Pero la elección que hacemos, aunque nos da muchas satisfacciones, no es fácil y en algunas ocasiones nos encontramos solos y sin asesoramiento de personal cualificado para resolver problemas de una forma más ágil, además de contar con una administración local muy farragosa en muchos sentidos y que traslada de alguna manera todos estos inconvenientes que genera a los representantes municipales que deben lidiar con ellos.
Aún así, el contar con la confianza de la mayoría de tus vecinos para ir construyendo un municipio más sostenible y con más servicios que desemboquen en un aumento de la calidad de vida de los ciudadanos en todos los aspectos posibles, deriva en una de las mayores satisfacciones con las que un político puede contar.
Entre muchas anécdotas positivas de esta política de calle, me gustaría compartir la más reciente:
Una señora mayor, que no había tenido luz en toda la noche, me estaba esperando a las siete de la mañana en la puerta de su casa porque sabía que a esa hora pasaría para ir a trabajar. Ella tenía claro que era un problema de su casa, porque en la calle había luz. Finalmente pudimos solucionar el problema, había un electrodoméstico
defectuoso que hacia que saltara el diferencial. Su cara de felicidad al volver a tener luz en casa es nuestra recompensa y lo que hace que mañana sigamos al pie del cañón.
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