Un castillo de fuegos artificiales vino a subrayar, con su colorido y sus caprichosos dibujos en el cielo exactamente lo que ya intuíamos: que las fiestas son para disfrutarlas. Foto: EPDA.
Dos policías en moto
abren el paso; detrás, un coche patrulla preside el grupo central, donde
caminan los protagonistas del acto; como cierre, otras dos motos con las luces
encendidas. Podría ser una escena de cualquier película americana, con el
presidente de turno recorriendo las amplias avenidas de cualquier ciudad del
medio oeste, quizá con la tensión de una amenaza terrorista en la mente de los
espectadores.
Pero no era una película,
era la entrada de los festeros en plaza del País Valencià, la noche del jueves
30 de agosto, momentos antes de su puesta de largo ante las más de mil
quinientas personas que copaban todas las sillas que había distribuido la
brigada municipal durante esa tarde. No había amenazas, sino fiestas; ni
presidente, sino festeros.
Esta espectacular
presentación, que fue sugerida sobre la marcha por Ángel Gallego, el policía
local a cargo de la seguridad en el pasacalle de los festeros, da una idea de
lo importante que es la implicación y la participación para que las fiestas
mejoren día a día. Los cuatro motoristas se encargaban de cortar el tráfico y
reconducirlo por las distintas calles y avenidas, durante casi dos horas, lo
que duró recoger a cada uno de los festeros y festeras, para asistir a la
presentación. El coche, donde viajaba Ángel, acompañaba la cabecera de la
comitiva, para evitar que cualquier despistado se colara entre las motos y los
festeros.
Pero además de la
seguridad, la policía propuso una entrada espectacular, sin ningún coste
adicional, sólo la imaginación y las ganas de colaborar con la fiesta: “puestos
a trabajar, mejor disfrutar mientras lo hacemos”, aseguraba Ángel Gallego
mientras daba instrucciones por radio a sus compañeros de faena.
Y de eso tratan las
fiestas, de disfrutar.
Son una tradición, un
homenaje a la patrona, un buen momento para recorrer la Ruta de la Tapa con los
amigos, un desahogo, una exhibición de facultades, un juego de apariencias, una
oportunidad de disfrutar de la música, la paella o los playbacks en compañía de
seres a los que apreciamos, una parada en el camino para divertirnos juntos.
En suma, las fiestas son
para participar y disfrutar de ellas.
Y ahí estaban, los más de
mil quinientos vecinos (y, sobre todo, vecinas) sentados en la plaza, ansiosos
por comentar el traje de éste o de aquélla, atentos a las palabras del
pregonero (aquel médico que llegó como un chiquillo y ahora ya se ha hecho
mayor), de la alcaldesa Merche Sanchis, del concejal de fiestas Salvador Ávila,
de Sergio Caballer el cap de los festeros, de su festera Mª Teresa Caballer y,
cómo no, de los conductores del acto, María Almenara y Aitor Caballer (un
apellido muy repetido este año en las fiestas), quien aportó su experiencia… no
en vano ya fue festero hace cuatro años.
Como marca la tradición,
las nueve parejas de festeros y festeras recorrieron la plaza, para que todos
pudieran admirar su porte y, de paso, agradecer el esfuerzo de todo un año de
trabajo. Ya en el escenario, eran recibidos por los representantes de los
festeros de 2011, que les pasaban el testigo.
Luego habló el pregonero,
el eterno médico del pueblo José Alegre. Recordó sus cosas y las de su pueblo.
Pueblo de adopción, pero su pueblo al fin y al cabo. Fue breve, conciso, sereno
y… alegre. Un pregón modélico, muy aplaudido por el respetable.
Luego lo hicieron Mª
Teresa y Sergio Caballer, con agradecimientos a todo el mundo, entre ellos a
los trabajadores del ayuntamiento, a los comercios que han colaborado, a los
vecinos que han comprado el cartón… y con un toque de atención a algunos que
buscan estar siempre en primera fila en los actos, pero no se rascan el
bolsillo. Un mensaje claro, no tan aplaudido por el respetable, quizá alguno se
dio por aludido.
El concejal Salvador
Ávila, mucho más breve y asentado que en su discurso del año pasado ―entonces
era novato―, se limitó a explicar que había que hacer más con menos, más
participación y más actos sin apenas presupuesto. ¿El truco? Más colaboradores,
más implicación, más colectivos que se arriman a las fiestas para hacerlas
crecer. ¿El mejor ejemplo? La Ruta de la Tapa, que llenó las calles de la
población a todas horas en 2011… y en este 2012 va a batir todos los records
imaginables.
Cerró el turno de
intervenciones sobre el escenario Merche Sanchis, que se extendió algo más que
el concejal porque su lista de agradecimientos y recuerdos era, sencillamente,
enorme: se acordó de los que están y de los que ya no están, de los que han
ayudado en la preparación y de los que trabajan día a día en la ejecución de
cada acto, de los 45 años que lleva el pregonero en el que ya es su pueblo, de
los que no pueden acudir a los actos por estar enfermos o impedidos… En fin, de
todos.
Al final de su continuo
agradecimiento, la alcaldesa finalizó con un deseo: “Mi deseo para todos los
vecinos y vecinas de Puçol, así como también para los que nos visiten, es que
disfruten de la alegría de la fiesta”.
Fue el colofón a la
presentación y el pistoletazo de salida para unas jornadas llenas de actos. Un
castillo de fuegos artificiales vino a subrayar, con su colorido y sus
caprichosos dibujos en el cielo exactamente lo que ya intuíamos: que las
fiestas son para disfrutarlas.
Así que manos a la obra.
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