Jaime Navarro /EPDA Hasta te cuentan mal el cuento. Casi todos a los que pregunto no se saben bien la historia. Qué no. Qué Robin Hood no robaba a los ricos para dárselo a los pobres...Qué el eterno y ágil héroe de los bosques al que choraba, al que asaltaba y asalta ya eternamente por esos caminos de Dios era y es al Sheriff de Nothingam. Vamos al recaudador de impuestos. Y luego repartía el botín con el gentío previa y tributariamente esquilmado- los hoy pateticamente llamados " contribuyentes", algo así como sí un violador dijese " novia" a su víctima recién abusada... -.
También es hermosa la historia de aquel que primero fue Saulo, un oscuro recaudador de impuestos, y después acerrimo fustigador de cristianos. Hasta que camino de Damasco como fulminado por un rayo, cayó de su caballo. Y oyó cual actual esquizofrenico diagnosticado, la voz del Altísimo que dulcemente le preguntaba: " Saulo, porque me persigues...?". Él cual a partir de este encuentro en la tercera fase se convirtió
en Pablo, uno de los pilares de la única institución que ha sobrevivido desde entonces hasta nuestros días. Excepción hecha obviamente del Estado. En sus mil formas, eso sí, transmutado.
Por eso hogaño es normal que las dos principales religiones que convivan sean todavia la cristiana y la estatal. Al menos en nuestra órbita o en nuestro mundo occidental. Que adeptos de una fe y de la otra se cuentan por millones. Y de ambas: porque desde Cristo es bien posible, darle al César lo qué es del César y a Dios lo que es Dios.
Lo llamativo sin embargo actualmente en esta España nuestra, es el fanatismo e intolerancia que esgrimen los cofrades del Estado.Y como esta religión pagana se va imponiendo a cualquier otro credo. Pues cada vez más se advierte un grado de sumisión a las administraciones francamente desconocido en otras épocas. Lo que se evidenció sorpresiva y crudamente hace ahora dos años, en marzo de
2020: un pueblo entero encerrado marcialmente sin rechistar durante meses que sólo podía sacar a pasear a sus perros pero no a sus hijos. Y sí, porque sí, porque lo ordenaba redios y por la televisión el sacrosanto Estado.
Poco da que ese encierro después haya sido declarado ilegal; o que recientemente la prestigiosa Universidad John Hopskins haya concluido en un Informe que la cuarentena sólo impidió en un porcentaje insignificante los contagios. Los ultrajados contra viento y marea, seguiremos creyendo pese a todo y a pies juntillas en el Estado. Porque nuestro amor, nuestra fe, no se funda en la razón. Si no que es amor incondicional y más allá de la muerte. Amor pues quevediano.
De ahí que cualquier protesta o queja sobre el alto nivel impositivo o de aportaciones sin cuento a la seguridad social, es respondida de inmediato en España por un ejército de voluntarios y rabiosos beatos del Estado, que como sí de una blasfemia se tratara combaten
con denuedo al hereje: no oseis pues jamás incordiar al santo recaudador. "La sanidad y la educación pública están en juego..." Siempre aducen. Trágicos. Obviando qué sí fueran tan maravillosas nadie llevaría a sus hijos a la privada o a la concertada. Lo que hacen todos los que pueden. Empezando por los que viven del Estado. Ídem de la sanidad pública: que los dirigentes o sus funcionarios después de tildarla siempre de espectacular, extrañamente la suelen dejar para que la gocen sus gobernados. O para uso y disfrute de sus "privilegiados" administrados. Que ellos toditos tienen, por sí acaso, sus seguros médicos bien privados.
De igual forma es respondida con santa ira cualquier propuesta de eliminación de cargos públicos, instituciones o de organismos innecesarios; o de reducción o de eliminación de subvenciones o privilegios a partidos, patronal o sindicatos. Entonces el fiel devoto del Estado aducirá, muy teológico y rebuscado, que lo qué busca aquí en realidad el nefando hereje es " adelgazar la democracia...". Nada menos que
este mortal pecado. Y proclamará profético el consabido versículo: " el político tiene que estar bien pagado...". Aunque no tenga ninguna formación, ni nivel, ni pericia, ni laboriosidad, ni valía alguna para el cargo, de verdad: ¿ el político siempre tiene que estar bien pagado...?
Pero así rige en esta España nuestra la más irracional de las religiones que sin embargo se practica e impera por doquier. La muy antigua e hipócrita religión del Estado. En la que todos desde muy pequeñitos, somos más que bien adoctrinados.
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