Pere Valenciano. FOTO EPDA Mira que nos gusta quejarnos a los españoles. Siempre quejándonos. Y somos de exagerados... ¡Que si 6 millones de parados! ¡Que si no tengo trabajo! ¡Que si nos han desahuciado y hemos perdido nuestra casa y ahora estamos mendigándole a nuestros padres! Nos quejamos de vicio.
Somos un pueblo quejica, que sólo nos gusta el fútbol, ir a la playa, hacer la siesta, dormir mucho y trabajar poco.
Todo aquello de la transición modélica, de la organización del Mundial de Naranjito de 1982 , los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 o la Expo de Sevilla del mismo año o la de Zaragoza más tarde, no ha sido fruto del esfuerzo y la inversión de un pueblo y un país, sino una casualidad.
No tenemos las generaciones de jóvenes más y mejor formadas de la historia, ni sufrimos una fuga de cerebros a medio mundo por ese motivo, ni somos punteros en tantos y tantos sectores.
Tampoco somos uno de los países con mayor patrimonio histórico, artístico y cultural del mundo, ni disponemos de playas estupendas. No. No somos una potencia turística de primer orden, ni hemos tenido una agricultura potentísima que nos la ha acabado de hundir la entrada en la Unión Europea cuando se ha utilizado como moneda de cambio con otros países.
No somos una potencia mundial en folklore, gastronomía, arte y deportes. ¡Qué va!
Somos tan malos y desgraciados que todo lo que nos pasa es poco y, por ello, hace muy bien el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y la cohorte de listos que gobiernan estos organismos y los poderes económicos que dominan el mundo, cuando nos recomiendan para salir de la crisis que nos bajemos un 10% más el sueldo de media.
De acuerdo. Nos bajamos un 10% más el sueldo, hundimos más el consumo y aumentamos el paro. Y así seguiremos empobreciéndonos para llegar un día a ser competitivos volviendo a la esclavitud.
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