Se cumple un año del cierre de Canal 9 y casi cuatro años del cierre de TV3 en la Comunidad Valenciana, que tuvo lugar en febrero de 2011. Lamento profundamente que los valencianos nos hayamos quedado sin televisión autonómica pero para mí Canal 9 había cerrado mucho antes del cese oficial de sus emisiones. Hace años que en mi hogar el manipulado canal autonómico había sido desintonizado de las parrillas de nuestros televisores para evitar los graves trastornos intestinales que nos causaba a toda la familia.
Es por eso que lamento el cierre de Canal 9 pero por otra parte lo considero inevitable, nos estaba costando un ojo de la cara y no servía para el propósito para el que fue creado, ni promocionaba nuestra lengua ni nos ofrecía contenidos de calidad, era una televisión al servicio del poder de lo más aburrida y casposa. En cambio, TV3 y especialmente el C33 me encantaba, era en mi opinión como ciudadana de a pie, cuando podía verla, la mejor televisión de España, y digo España con toda la intención porque Cataluña es España.
¿Castigo de Dios? Pues no, los valencianos no nos merecíamos el cierre de ninguna televisión, ni la catalana ni la valenciana, son los corruptos políticos que nos han gobernado esta última década, tanto valencianos como catalanes, los únicos responsables, nosotros somos víctimas de su irracionalidad y ansias de poder, de su acusada falta de capacidad para ponerse de
acuerdo en un marco básico de libertad informativa y sustituirlo por el adoctrinamiento identitario y partidista.
Leo con interés y hasta admiración el artículo "Por qué habría que cerrar todas las televisiones públicas" de Juan Ramón Rallo. Sus argumentos son consistentes, casi incontestables, aunque llevados al extremo servirían para cerrar también la educación y la sanidad públicas. Olvida este punto de vista que muchos ciudadanos no tienen un nivel de renta suficiente como para realizar una demanda real efectiva en el mercado audiovisual, y sin embargo tienen el derecho a recibir información y cultura en nuestra lengua.
Como todo en esta vida, nada es blanco ni negro, sino una cuestión de grados. Creo que una vez cumplido el plazo legal de tres años con un presupuesto razonable, que podría empezar en 30 millones para acabar llegando a los 50 cuando la situación económica mejore, se podría crear una nueva televisión valenciana plural y de calidad. Eso siempre que los valencianos seamos capaces de mirar más al futuro que al pasado, porque si se quiere crear una televisión como arma arrojadiza contra los que manipularon y cerraron RTVV o para volver a servirse de ella electoralmente, nunca tendremos la televisión que nos merecemos.
Para que una televisión valenciana tenga futuro, debe conseguirse el consenso de todos los grupos políticos que representan a los valencianos, y eso incluye sin duda al Partido Popular, que por hacerlo mal en el pasado, muy mal, rematadamente mal, no implica que lo tenga que hacer mal también en el futuro. Quizás peco de confiada pero sin confianza no es posible
afrontar un futuro ilusionante.
La televisión valenciana del futuro debería estar dirigida, no por el partido del gobierno de turno o coalición que le sustituya, sino por un consejo gestor profesional en el que estuviesen representadas de forma paritaria todas las opciones políticas del arco parlamentario valenciano. Y debería, por ley, impedir que se emitan opiniones partidistas en la información de producción propia, es decir por parte del personal de la casa, tanto a favor como en contra, ni alabanzas babosas ni críticas furibundas. Que esa labor, la de opinar políticamente, la realicen los invitados o tertulianos, y que los conflictos, inevitables, se resuelvan con
generosidad y racionalidad profesional.
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¿Y quién podría liderar el proceso de creación de la nueva televisión valenciana? Obviamente, los que queremos introducir el sentido común y la racionalidad como ejes vertebradores de la nueva política, y muy especialmente nuestra candidata a la presidencia de la Generalitat Valenciana, Carolina Punset.
No solo por ser una experta en el campo audiovisual, no solo por su carácter centrado y conciliador, no solo por su capacidad de comunicación e innovadoras ideas en materia educativa, sino porque las alternativas son terribles.
¿Ustedes se imaginan a Mónica Oltra o a Mª José Catalá dirigiendo la nueva televisión valenciana? Volvería a parecerse más a un escuadrón de combate de las fuerzas especiales a punto de saltar sobre el enemigo que a la televisión moderada, serena y neutral de todos los valencianos.
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