La toma de la ciudad de Valencia por las tropas napoleónicas, de la que se cumplirán mañana sábado 200 años, supuso la pérdida o desaparición del gran retablo de plata del altar mayor de la Catedral de Valencia, y la destrucción o saqueo de 2.500 casas, iglesias y conventos, según un trabajo que publica en su número de hoy el periódico diocesano PARAULA.
El 14 de enero de 1812 el mariscal francés Louis Suchet, cinco días después de la capitulación del general Joaquín Blake, que estaba al mando de las tropas españolas en Valencia, entraba por el puente de San José en la ciudad que había resistido hasta tres asedios de los ejércitos napoleónicos desde 1808. undefined undefined
Poco antes de la entrada de Suchet, el cabildo de la Catedral de Valencia, “conocida la suerte que habían corrido tesoros artísticos en otras ciudades”, había desmontado el gran retablo en plata de más de 6 metros de altura del altar mayor, para embarcarlo hacia Mallorca y guardarlo hasta que acabara la inminente dominación napoleónica. “Se trataba de uno de los mejores retablos de toda Europa, en el que durante tres décadas, hasta su finalización en 1507, habían trabajado los mejores orfebres de Valencia y otros venidos de Italia”, asegura el periódico. undefined undefined
El retablo fue cuidadosamente desmontado, embalado en 58 cajas junto con toda la plata de la Seo y transportado por barco a Mallorca. Sin embargo, fue confiscado el 26 de febrero de 1812 por decisión de la Junta Española para convertirlo en moneda para el erario público y sufragar los gastos de la guerra. undefined undefined
Entretanto, los bombardeos franceses previos a la toma de la ciudad habían impactado en las sedes de la Universidad y del Palacio Arzobispal destruyendo sus respectivas bibliotecas. En el caso del Palacio Arzobispal, que contaba con 30.000 volúmenes, además fueron saqueadas las colecciones arqueológicas y numismáticas y llevadas en su mayoría a París, según Jaime Sancho, presidente de la comisión diocesana de Patrimonio Histórico-Artístico. undefined undefined
En el caso de las iglesias regidas en Valencia por el clero diocesano, las tropas francesas permitieron que siguieran abiertas al culto a cambio de la entrega de los objetos de oro y plata que luego eran fundidos también para acuñar moneda con que pagar a la tropa. undefined undefined
En el Real Colegio Seminario “Corpus Christi”, conocido como “El Patriarca”, requisaron cálices, copones y joyas del propio san Juan de Ribera, el fundador del centro, entre otras su anillo episcopal, su cruz pectoral y la urna antropomorfa de plata de su sepulcro, hoy repuesta por una de madera, según explica en PARAULA Daniel Benito, director del Museo de ‘El Patriarca’.
Los invasores permitieron también que se hiciera un molde de la custodia procesional de plata, antes de que pasara a engrosar su botín de guerra. De ese molde se realizó la custodia de bronce que actualmente se emplea.
Las órdenes y congregaciones religiosas fueron disueltas por las nuevas autoridades francesas, con excepción de las femeninas y las que atendían a enfermos. Las tropas napoleónicas “ocuparon sus conventos y los saquearon sin piedad”, según PARAULA. En el caso de la iglesia de los Agustinos “fue utilizada como cuartel y, luego, incendiada”, al igual que la capilla del convento de la Trinidad donde, cuando los franceses abandonaron la ciudad en 1813, los escombros “llegaban al tejado del edificio”.
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