Ramón Sabella entre componentes de la Peña del Tio Julio, en 2006 En el Valle de las Lágrimas, un
inhóspito glaciar de los Andes, entre Chile y Argentina, donde se forman los
hielos y cuajan las tempestades, apenas quedan huellas de lo sucedido el 12 de
octubre de 1972, hace ya 52 años. Tan sólo una simple cruz de hierro sobre un
pequeño montón de piedras que guarda algunos restos humanos, que la nieve se
resiste a cubrir, recuerdan una de las tragedias aéreas más estremecedoras que
se han producido.
Sobre aquella catástrofe se han
escrito libros y se han rodado películas y documentales. Lo más reciente, hoy,
se puede ver en las pantallas de cine de toda España La sociedad de la nieve, una película dramática española,
dirigida y escrita por J.A. Bayona y basada en el libro homónimo de Pablo
Vierci, que relata el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la cordillera de los Andes en aquel día de otoño de 1972. Una película que ha
sido nominada para el premio Óscar Internacional y también al Mejor maquillaje
y peluquería. Su realización, el tremendo éxito alcanzado en las pantallas y su
llegada a Netflix con lo que se ha convertido en un fenómeno mundial, ha puesto
de nuevo en actualidad lo sucedido en aquel tremendo accidente que en Segorbe
se conoció en toda su dimensión y profundidad gracias a las explicaciones de
uno de protagonistas de aquel tremendo episodio:
“Allí aprendimos como
se explica el frío y la noche, la sed y el hambre; quien no ha estado allí, no
puede hacerlo”, manifestó en Segorbe Ramón Sabella, uno de los 16
supervivientes del accidente que conmocionó al mundo, que viajó a Segorbe en
octubre del 2006. El salón de los alcaldes del ayuntamiento de Segorbe se llenó
entonces de público para escuchar su relato, en un acto organizado por la
activa Peña Cultural Tío Julio.
El 12 de octubre de 1972 un avión de
la Fuerza Aérea Uruguaya caía sobre las montañas de los Andes. Trasladaba a
Chile a los componentes del "Old Christians", un equipo de rugby de
un colegio de Montevideo, además de familiares de los jugadores, amigos y
tripulación. Sabella era una de las 45 personas que subieron al avión.
“Entramos en un pozo de aire y
descendimos cientos de metros en plena nevada; cuando se estabilizó estábamos
frente a una montaña que el piloto no pudo esquivar. El impacto fue
impresionante. El avión se partió y la parte central, en la que nos
encontramos, descendió hasta el glaciar donde quedamos atrapados. Por primera
vez entendí la crueldad de mi destino”.
Los primeros 29 supervivientes fueron
desapareciendo hasta quedar reducidos a los 16 que lograron sobrevivir. Durante
72 días tuvieron que luchar contra temperaturas extremas que por la noche bajaban
de los 40 grados bajo cero y durante el día se elevaban hasta los 30 positivos.
“Mirábamos al cielo esperando algo que se desvanecía al atardecer... y un día,
y otro, y otro...”.
Con una penuria extrema por
congelación y ante la falta de alimentos, el grupo decidió una decisión
trascendental: comer la carne de los fallecidos, “fue la única solución
posible”, y gracias a ello pudieron supervivir.
Sabella explicó su tremenda
experiencia y quiere darla a conocer, de hecho ha publicado varios libros, para
que en circunstancias similares no se cometan algunos errores que se cometieron
y se adopten decisiones que se tomaron.
Su vivencia ha sido también materia de
estudio sobre el comportamiento humano y de ello han surgido nuevos criterios
para aplicar en asuntos de liderazgo, trabajo en equipo, toma de decisiones,
organización, fe y confianza, solidaridad y otros aspectos que también se plantearon en Segorbe.
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