La Valencia de la Fórmula 1, la America's Cup, la Ciudad de las Arts y las Ciencias, la Albufera y la Malvarrosa. La Valencia del barrio del Carmen, la estación del Norte, las torres de Quart y de Serranos. La Valencia del siglo XXI no ha dejado de aumentar el turismo que recibe, en especial el internacional gracias a los grandes eventos deportivos y el madrileño por el AVE. Sin embargo, la ciudad que más ha visto crecer sus visitantes en comparación con tras grandes capitales de España, también ha sufrido un proceso de reducción de horarios en pubs, un control policial que recuerda a otros tiempos y un acoso a zonas de marcha nocturna históricas.
La Valencia de Rita Barberá está que se sale. Hay que reconocérselo a la alcaldesa y sus equipos de gobierno. Pero también debemos criticar y hacerle reflexionar sobre la postura que ha mantenido respecto a las zonas de marcha nocturna. Aunque es verdad que se debe combinar el bienestar de los vecinos y el derecho al disfrute de la noche valenciana, no es menos cierto que en otras ciudades el ruido nocturno no se persigue, sino que se comprende y tolera hasta ciertas horas. Porque el ocio nocturno atrae turismo y genera riqueza. Valencia siempre ha estado orgullosa de ser una ciudad abierta, tolerante y marchosa. Pero en la última década ha ido derivando hacia una ciudad restrictiva, con reducción de los horarios de pubs en zonas históricas como el barrio del Carmen, donde a partir de las 00 horas de los fines de semana aparece sitiado por la Policía Local.
Primero se clausuró la zona Xúquer, después llegó el hundimiento de Plaza Cánovas y ahora la persecución se centra en Juan Llorens y el barrio del Carmen. Son decenas los locales de copas cerrados o castigados. El ambiente valenciano ha sido diseminado por la ciudad, ante el cierre de varios locales históricos en el barrio del Carmen. Son varias las personas de más de 50 años que me comentan que la libertad que se respiraba incluso antes de la democracia por la Valencia de los años 70 y 80 era muy superior.
No quiero decir que no deba haber un cierto orden para que los derechos de los vecinos estén preservados, pero en Valencia se ha pasado del orden al control más propio de otros tiempos. La imagen de la Valencia abierta, cosmopolita y divertida peligra.
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