Vicente Cornelles. /EPDA Hace unos meses, y coincidiendo con la promoción de mi ‘Ciudad turquesa y naranja. Relatos para la supervivencia’, en el que cuento muchas cosas, pero sobre todo de Castellón, y acabado de entrar en el proyecto político de Som Castelló, tuve la ocasión de compartir mesa y mantel con una concejala del Ayuntamiento de Castellón, y que repetirá en las listas de su partido -que no digo el nombre para no decir mucho-, en las próximas elecciones municipales, y en una conversación amena y fluida, le pregunté, como el que no quiere la cosa, si me iba a comprar el libro. Rotunda y absoluta contestó que no. Timorato y sorprendido le respondí: Pero, si habla de Castellón, de nuestra ciudad…
La reacción de la regidora, que podía haber sido más diplomática, incluso con una mentira piadosa (algo así como, ¡claro que sí!, ¡por supuesto!, o ¡mañana, mismo!), refleja, ya no solo un nerviosismo palpable ante la proximidad de las elecciones locales frente a lo que ella supondría un competidor nato (qui te fam en rotllos ensomie), que también, sino esa estrechez mental ideológica de muchos de representantes municipales, muchos de ellos, además, creyéndose que ellos reflejan el pálpito castellonense, que son los guardianes de la esencia castellonera, y que solo ellos saben interpretar los códigos de la antigua villa medieval de la Porta del Sol al de la Purísima y del Portal de la Fira al del l’Om.
¡Que equivocados andan con su falso relato! Castellón no es patrimonio de nadie y, si lo es, será de los propios castellonenses en una visión transversal, pluridisciplinar, equidistante, multicultural, valiente y libre. Ser Castellón, ser de Castellón, trasciende de lo puramente político y deseo personal de gobernar (mandar) en el consistorio con el objetivo de adoctrinar, para convertirse en una vocación de servicio, de trabajar denodadamente por mejorar la ciudad que no deja de ser un proyecto ilusionante e ilusionador para los ciudadanos. Y, eso sí lo tienen los hombres y mujeres de Som Castelló, conscientes del enorme esfuerzo que se necesita para sustituir actitudes equivocadas e interesadas en la corporación municipal por un torrente de defensa sin cuartel de lo castellonense, de la tierra, del paisaje y del paisanaje.
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