Javi González "Viza"Los ‘bous al carrer’ viven su mejor momento. Y eso, aterroriza a los lobbies antitaurinos y grupos políticos en pro de la abolición de la tauromaquia. Y lo más bochornoso es que estos utilizan los fallecidos como arma política. Han perdido todos los escrúpulos. Si es que alguna vez han tenido.
Ahora, aprovechando las muertes, vuelven a embestir a la fiesta taurina; ¿Qué son 7 muertes en una fiesta que celebra anualmente 10.000 festejos donde participan millones de aficionados libre y voluntariamente? En comparación con otras actividades de riesgo, nada.
En Mislata murieron dos niños en unos castillos hinchables. En Cullera, en un festival murió una persona; A fecha 22 de agosto llevábamos 32 ciclistas muertos (el doble con respecto al 2021, siendo la Comunitat la tercera región de España con más fallecidos); A fecha 31 de julio sumábamos 222 personas ahogadas (un 57 % más que en 2021) … ¿Por qué no se ha abierto un debate para ver si se prohíben los castillos hinchables y los festivales o se cierran las playas y las carreteras? La respuesta está bien clara: Interés partidista y animalismo.
La política y las instituciones, en una sociedad libre y decente, nos pueden brindar las oportunidades de ser libres, de respetar a quienes piensan diferente, de educarse en libertad, de deliberar sobre los conflictos, etc. Estas posibilidades son demasiado importantes como para dejarlas en manos de los demagogos de turno. Es importante evitar, a toda costa, las ideologías totalitarias y los variados fanatismos. Y de esto, andan bien servidos los partidos de la izquierda como Compromís, Podemos y PSOE.
Estos que ahora parece importarle las vidas humanas son los mismos que se autodenominan animalistas. Estos que ahora practican un animalismo plañidero, no hace mucho se alegraban de las muertes en los festejos. Y es que el animalismo es una de las lacras que hay que combatir en nuestra sociedad. El avance de esta ideología antihumanista se dirige hacia un cambio de paradigma que supondría la aniquilación de nuestro acervo cultural, social y económico. El animalismo no es que nos gusten los animales, va mucho más allá de los toros, es el fin de nuestra manera de vivir. Es el fin de los moros y cristianos de Alcoy, es el fin del pescadito frito, el fin de la romería de El Rocío,… Empezó con la tauromaquia, pero como ya se puede comprobar, fue la cabeza totémica que ofrecer a los dioses del animalismo antes de poder lanzarse contra la caza, la pesca o la industria cárnica.
A lo largo de la historia muchos mandamases prohibieron la fiesta de los toros, como el Papa Pío V, Sixto V o Felipe V, pero, con el tiempo, volvieron. Tampoco ni las guerras, ni las pandemias han podido con la Fiesta. Pero no son conscientes los actuales ‘hackers’ de la cultura valenciana como los alcaldes socialistas de Sueca, de Aldaia, Godella o Xirivella, o el de Alzira, Tavernes de la Valldigna y València (de Compromís), que imponen su moralidad como los talibán cuando destrozan cualquier escultura por blasfema. Obvian que los ‘bous al carrer’ es la fiesta más poderosa que existe porque los toros no entienden de ideología, raza, sexo o religión. Y aquí radica el secreto de su supervivencia.
Los toros es cosa de alma, es puro sentimiento y pasión. Los toros dan mucho más que quitan. A mí me dieron dos cornadas, pero me dieron vida. Me dieron todo lo que soy. Me enseñaron lo que es la amistad, lo que es el amor, me dieron los mejores amigos que uno puede tener, me enseñaron la gastronomía de otros pueblos, hice de mi pasión, una forma de vida. ¿Qué sabe la vicepresidenta del Consell de todo esto para atreverse a plantear una prohibición?
La fiesta de los toros es cultura, y un pueblo sin cultura, es un pueblo sin identidad, es un pueblo perdido. Un pueblo sin educación. Sin futuro.
Larga vida a los ‘bous al carrer’.
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