Rafael Escrig. Desde
que se puso de moda el servicio municipal de alquiler de
bicicletas en la ciudad y se crearon las condiciones para su
circulación, el número de personas que utiliza este medio de
transporte ha aumentado considerablemente. Multitud de
estudiantes recurren a ellas para sus desplazamientos,
empleados, personas jóvenes y mayores han visto en este transporte
un medio eficaz, fácil y económico de trasladarse por una ciudad
tan llana como es Valencia. En verano ya es otra cosa. El uso de este
transporte urbano desciende porque desciende también el
número de usuarios. Por el contrario, a causa del turismo, han
proliferado multitud de pequeñas y medianas empresas de
alquiler de bicicletas por horas o por días, para el disfrute
prácticamente exclusivo de los turistas.
De
esa forma podemos ver por todas partes grupos de turistas en
fila, recorrer las calles de nuestra ciudad montados en estas
bicicletas como si fueran una plaga de la procesionaria del pino.
Cruzan los parques, van por las aceras, por plazas y por cualquier
sitio con posibilidades de rodar. A veces se puede apreciar la
poca pericia de estos turistas convertidos en ciclistas ocasionales:
una colisión con un peatón, la queja de los clientes de una
terraza, un momento de peligro al cruzar un semáforo por no
perder la fila…
Todo
esto me hace sospechar que el recorrido en bicicleta viene en su
paquete de vacaciones y lo hacen como una actividad más, por no
decir casi obligados, si no fuera así, no me explico esa obstinación
de todos los grupos por ir en bicicleta. Y tengo dos preguntas
que dejo en el aire: ¿Estos turistas, en sus ciudades van con la
bicicleta por encima de la acera? y ¿Realmente, se ve mejor la
ciudad marchando en fila con la bicicleta sorteando tráfico y
personas? Creo que esta modalidad de alquiler de bicicletas a
turistas, como todas las modas, tiene su sarampión y llegará
el momento en que se modere, o eso espero yo.
No
quisiera que un día llegaran a desaparecer esos entrañable turistas
de toda la vida, con su cámara al hombro, el plano de la ciudad
desplegado entre las manos buscando el rótulo de una calle y
señalando aquí y allá, sustituidos por pelotones ciclistas
más preocupados de no perder la formación que de disfrutar
sosegadamente de las calles y los monumentos por donde se puede
pasear y, por qué no, del contacto personal con la gente –no
atropellándola- que es como más se puede disfrutar y conocer
otras culturas.
http://rafaelescrigfayos.tk
Comparte la noticia
Categorías de la noticia