Colas del hambre en Valencia. EPDA Las colas del hambre de Valencia crecen de manera paralela a la prolongación de la pandemia. Y es que, las restricciones que sufren muchos sectores, entre ellos, la hostelería, el ocio, la cultura o el turismo, están provocando que decenas de personas queden en riesgo de exclusión social.
Y es que, desde hace meses, el Mestalla se ha convertido en uno de los epicentros de la solidaridad en el Cap i Casal, donde decenas de personas acuden hasta cuatro veces al mes, para hacerse con los kits de subsistencia que reparte el Banco de Alimentos.
La desoladora imagen provoca que todo tipo de personas rodeen el estadio del equipo blanquinegro con mochilas, carritos de la compra y bolsas de rafia, con el objetivo de poder llenar neveras y despensas, en una época en la que, incluso esto, supone un auténtico desafía para muchos de ellos.
Nacionales y extranjeros, jóvenes y mayores, solos y acompañados, con los niños de la mano o con carritos de bebé. Todo tipo de personas esperan pacientemente lo que dura el reparto, que se realiza dos veces a la semana y cada quince días, que se mantiene en activo hasta que la última persona en cola recibe sus víveres.
Mientras esperan, guardando las distancias de seguridad, uno de los voluntarios pasa uno por uno tomándoles la temperatura, para prevenir cualquier contagio durante el reparto.
Algunos ya son conocidos, pues su situación de exclusión social va mucho más allá de los meses de pandemia. Ellos están más acostumbrados a la presencia de periodistas o de los curiosos y bromean entre ellos cuando ven mi cámara tomando fotos. “Sácame bien, la próxima vez me pongo más guapo”, comenta uno de los usuarios, que está a punto de llegar al mostrador de reparto.
“IGUAL SACO CURRO”
Sin embargo, para muchos esta es la primera vez en la que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Van con móvil en mano para amenizar la cola, teléfonos inteligentes que evidencian que la situación de riesgo de exclusión es reciente y que contrasta con la realidad de pobreza extrema que si que presentan los más habituales.
Ellos prefieren girarse, para no salir en la foto. Son víctimas de esta nueva situación complicada, de la que muchos sienten pudor. Llegan, quieren hacer la cola rápido, recoger la comida y marcharse lo antes posible.
“¿Cuándo acabáis de repartir, por volver un poco más tarde”, pregunta a los voluntarios uno de los usuarios, que explica “igual me saco curro”.
Bajo el hormigón del campo de fútbol se encuentran el resto de voluntarios, cerrando bolsas, llenando los carros de la compra. Una tarea frenética que pretende reducir lo antes que se pueda la imagen de los beneficiarios de los lotes alimentarios a la espera.
Bajo las gradas del coloso valencianista se guardan también algunos de los enseres más valiosos de este reparto.
Papillas, leche en polvo, mantas o ropita de bebé aguardan en una zona de este almacén improvisado bajo el Mestalla.
“Aquí aportan todos los valencianos”, explica el presidente de la entidad, Jaime Serra. Él supervisa paso por paso, el correcto funcionamiento de esta cadena de trabajo y se encarga de atender a los medios que hacen seguimiento del reparto solidario.
“Queremos que se sepa la labor que hacemos, con la ayuda de muchas organizaciones”, apunta Serra.
Y es que, decenas de entidades colaboran con el Banco de Alimentos para hacer frente a la pobreza en Valencia. Asimismo, también permiten las aportaciones individuales a través de la página web, no solo económicas, sino también de alimentos para ayudar en este reparto.
“CONTRATOS PRECARIOS”
Otra de las entidades que se encargan de repartir alimentos en la ciudad es Casa Caridad que señala también el aumento de usuarios que solicitan ayuda desde que comenzó 2021. “En 2020 hemos atendido a un total de 2.500 personas, son cifras muy similares al año anterior, ya que lo importante es que independientemente de las circunstancias externas hemos continuado con nuestros servicios. En este inicio de 2021 sí que están aumentado las personas que acuden al reparto semanal de alimentos, una cifra que prevemos pueda continuar al alza”, señala el director del ente solidario, Luís Miralles.
También desde la entidad señalan el nuevo perfil de usuarios que solicitan atención. Desde la organización señalan que se atiende cada vez más a “personas con contratos precarios que los han perdido por la crisis económica derivada de la pandemia y que no los vuelven a recuperar, familias que cuentan con recursos habitacionales pero que no pueden pagar el alquiler, las facturas o la alimentación son el nuevo perfil que está empezando a llegar en busca de ayuda”.
“Son gente que antes no necesitaban ningún tipo de recurso pero que ahora, por la pérdida de ingresos o en caso de tenerlos son insuficientes para llevar una vida digna, se han visto abocados a acudir a las ONGs”, explica Luis Miralles.
“No podemos dar una cifra exacta de este tipo de perfil pero sí que podemos decir que en estos últimos meses estamos identificando su aumento. Por poner un ejemplo, en los meses más duros de la pandemia, casi el 90% de los padres de las escuelas infantiles de Casa Caridad perdieron el empleo. Esto es una simple muestra de ese nuevo perfil del que hablamos. Un perfil de empleos precarios que a causa de la pandemia se han perdido, con unos gastos de alquiler, alimentación, facturas, sanitarios que no pueden abarcar, etc. Si no hubiera sido por Casa Caridad hubieran caído en una situación de sin hogar”, señalan.7
PERFIL FEMENINO
Por otra parte, el perfil femenino se mantiene como uno de los colectivos al alza año tras ser el 36% durante el 2020, dato que preocupa a la Asociación Valenciana de Caridad como indica la responsable de Trabajo Social, Cristina Sánchez afirma que “la precariedad del mercado laboral, las responsabilidades familiares, la dificultad de acceder a una vivienda y la mayor vulnerabilidad hacen que mujeres que ahora están en nuestros albergues necesiten una atención especializada que el equipo de trabajo social de Casa Caridad realiza con un itinerario individualizado para dar respuesta a sus necesidades”.
“SIN BROTES DE COVI”
“Por suerte, no hemos tenido ningún gran brote de coronavirus en Casa Caridad.
Gracias a las medidas de protección y seguridad que desde el primer momento se pusieron en marcha así como las zonas de aislamiento de las que he hablado previamente, no hemos registrado ningún brote masivo en nuestros albergues”, detalla el presidente de Casa Caridad.
“Con la entrega de mascarillas a los usuarios, los dispensadores de gel hidroalcohólico que hemos instalado así como la toma de temperatura en la entrada a los albergues y manteniendo las distancias de seguridad con los empleados y voluntarios hemos conseguido mantenernos”, apunta el responsable”. “Cuando se ha dado el caso de síntomas o contacto estrecho con positivos, hemos aplicado las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias de aislamiento y prueba PCR”, concluyen desde la entidad.
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