Murgui, durante la ofrenda a la Mare de Déu. A las 0,30 del 20 de marzo, empiezo a escribir estos pensamientos de
lo que han sido unos días intensos, de fiesta, de arte, de música de
explosión y de valenciania.
Es el mes que culmina con el orgullo de ser valencianos, y el mes que
nos predispone a vivir los demás meses del año. Ya empieza la
primavera.
Esta noche en nuestros pueblos , en Valencia, se huele a fuego, a
pólvora quemada, a tracas rotas en el suelo, carcasas abrazadas al
cielo, luces fugaces dando vida a las estrellas, y nítidos resplandores
capaces de embelesar a todos los que día tras día hemos seguido la vida
que desde el corazón de Valencia, circulaba por nuestras venas
encendidas. Esa es nuestra historia, esa es la gloria que año tras año
nos transmite la fiesta fallera.
Personalmente este año, han sido las Fallas de mi vida. Sí, como
suena. Permitidme esta confesión. Desde que tengo uso de razón he vivido
las fallas de Valencia y de Casinos, en mis años de niño haciéndolas en
Casinos y visitando las Valencia; en mis años de estudiante, quedando
en el edificio que era el Rey Don Jaime, o a la puerta del Rialto a las
dos menos cuarto para ver la mascletà (y llegábamos hasta allí…), o
recorriendo las verbenas y pubs del Barrio de Carmen, o allá en Ramón
Gordillo, en las verbenas de los años ochenta y noventa. Aquellas fallas
eran movidas, pero siempre han sido “a tope”. Y también recuerdo mis
últimas fallas, cuando los compromisos y atenciones me hacían llevar una
agenda impecable.
¿Y que ha diferenciado aquellas fallas de las de este año? Las de
este año han venido marcadas por la famosa frase que en ocasiones debe
recordarnos nuestro norte: "Tempus fugit" (el tiempo se escapa); y como
los años pasan y las circunstancias en ocasiones mandan, hay que
detenerse, mirar al frente, coger carrerilla y volver a empezar.
Por eso he vivido intensamente estas fallas, pero de toda esa
intensidad me quedo en tres momentos claves: el primer momento es la
intensidad de vivir las mascletas en primera línea de fuego. Lo de los
balcones y ventanas está muy bien, de hecho he visto algunas desde
arriba, pero el momento del estruendo final, cuando tiembla el mundo a
los acordes de carcasas y morteros y lo estás viviendo de primera fila,
es un momento tan grande que te hace descubrir que nuestra fiesta es
única. Que taladra el corazón, que fecunda muestra mente y que abraza el
alma de todos los presentes. Es magia pura.
El segundo momento fue participar en la Ofrenda a la Mare de Deu dels
Desamparats, acompañando a la Fallera Mayor del Palmar, Nieves
Aleixandre. Momento único desfilar como un miembro más de esa querida
familia del brazo de una representante de la Casa Regional de Valencia
en Andalucía.
Andar al compás de la música y de tan delicado brazo, es saber de
la presencia valenciana en mi querida Sevilla. Pero quiero resaltar un
detalle, que me impactó: la madre de la Fallera Mayor, Nieves también,
llevaba dos ramos en su mano, para depositar a los pies de la patrona.
Un ramo de flores acorde a toda la falla, y otro ramo de flores con
espigas de arroz. Impresionante. Un hermoso gesto que viene de esta
bendita tierra de la Albufera. No solo le lleva flores, le lleva en un
elegante ramo, el fruto de esos campos únicos en el mundo, que son
bañados por el agua dulce de la Albufera, donde la puesta de sol, es un
espectáculo tan multicolor que parece que estés en la gloria cuando ves
caer el sol. ¡La ofrenda de nuestros frutos , para que jamás nos falte
el pan, a los pies de la Mare de Deu! Un gran gesto y un limpio
pensamiento.
Y el tercer y último momento es cuando el fuego lo quema todo.
Ninots, ninotes, monumentos… todo arde. Atrás quedó aquello de las
Torres de Serrano donde la Fallera Mayor recibe las Llaves de la Ciudad…
Hoy todo ha sido consumido por el fuego purificador. Esa es la
presencia viva de las fallas, todo se renueva, a partir de hoy todo es
nuevo, solo queda el NINOT INDULTAT, una joya de la fiesta.
Los humanos, no perecemos por las llamas de las fallas, es nuestro
momento de la renovación del volver a empezar, de aparcar el NINOT
INDULTAT, y empezar a crear y creer en ese mundo mejor que nos conducirá
a la Cremà del 2018.
¡Feliz primavera querido lector!
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