Javier Más. EPDA
La historia de las
fallas, tan antigua como la tradición del fuego crea conveniente, ha
tenido pocos momentos de suspensión de los festejos. Pero los ha
tenido. En el siglo XV, cuando los carpinteros sacaban sus restos a
la calle para quemarlos, nada era impedimento para llevar a cabo el
festejo. Pero cuando los políticos entraron en escena, la cosa
cambió.
Solo el afán
recaudatorio truncó que las fallas de 1885 y 1886 se llevaran a
cabo. En Madrid gobernaba Antonio Cánovas del Castillo. En Valencia,
José Iranzo Presencia ostentaba la alcaldía de forma temporal, por
decirlo de alguna forma. Un año duró en el cargo. Éste formaba
parte del Partido Liberal, creado por Práxedes Mateo Sagasta, a la
izquierda de Cánovas del Castillo. Y claro, conocida es la querencia
de la izquierda a recaudar a través de impuestos.
El Ayuntamiento decidió
incrementar ese año la cuota de las fallas de 10 a 60 pesetas, lo
que hacía inviable poder llevar a cabo los monumentos. El salvaje
incremento impositivo se mantuvo al año siguiente, en 1886, lo que
supuso, de nuevo, la suspensión de los festejos. Tuvo que venir un
nuevo alcalde en 1887, José María Sales, para revertir el
impuestazo y que las fallas volvieran a ocupar las calles de la
ciudad.
Aquellos festejos ya
contaban como monumentos artísticos, dentro de las posibilidades de
la economía del momento. Habían evolucionado desde los restos de
madera, serrín y un pequeño monigote realizado con palos y ropa que
se quemaban en el siglo XV. La fiesta, como tal, ya estaba
consolidada en el primer tercio del siglo XX. Pero aquí tuvo que
venir de nuevo la política para paralizar la fiesta, que no los
monumentos.
Entre 1937 y 1939, el
gobierno republicano de la ciudad de Valencia decidió suspender las
fallas. En su lugar, un grupo de intelectuales de izquierdas levantó
cuatro monumentos de propaganda ideológica que solo fueron exhibidos
en la Lonja, sin quemarse ni salir a la calle. El bando nacional,
para salir en defensa de la fiesta, levantó una falla monumental,
pero ni más ni menos que en Toledo (territorio de las tropas
franquistas). Después, desde el final de la guerra, en 1939, las
Fallas se han celebrado de forma ininterrumpida hasta hoy.
Vicente Javier Más Torrecillas, Doctor en Historia Contemporánea, Académico de la Real Academia de
Cultura Valenciana
Comparte la noticia
Categorías de la noticia