El Festival Burning Man fue objeto de un documental que recoge la experiencia de dos valencianos allí. / EPDA Dar a conocer nuestra fiesta y costumbres más allá de nuestras fronteras ha sido siempre uno de los empeños por parte de nuestras autoridades, en materia de turismo. Por encima de todo. “Hay que conseguir que todo el mundo sepa que las mejores fiestas del mundo son las nuestras”, parece ser el leitmotiv .
Quizás este enfoque meramente turístico y sobre todo esa actitud de querer vender un “producto”, han hecho que la mayoría de ocasiones, esa propaganda haya sido más de consumo interno que realmente un producto útil de cara al exterior.
Seguro que todos tenemos en mente spots o anuncios en los que la sucesión vertiginosa de imágenes de los diferentes aspectos de la fiesta pondrían a prueba a cualquiera para ver cuantas imágenes ha sido capaz de reconocer como si se tratase de un concurso televisivo. Imagínense esa sucesión de imágenes (pólvora, trajes, fuego, ofrenda, música, artistas, fallas, paella y un largo etc…) lo que puede provocar a un espectador que desconoce nuestra fiesta y al que se quiere lanzar un mensaje.
VENDER POR ACUMULACIÓN
Vendemos nuestra fiesta por acumulación, por añadir más y más cosas y lanzas ese mensaje a un público que probablemente no vea gran diferencia desde fuera, entre las Fallas y otras fiestas. Para luego quejarnos que el turismo que viene en Fallas es un turismo de baja calidad, que ya no cabemos, que el centro se convierte en algo inhabitable, y que en los últimos días de Fallas se hace difícil andar no ya tanto por la cantidad de gente, sino porque los pies se quedan pegados al suelo en esa masa pegajosa que se crea con restos de comida y alcohol.
Más parece una zona en guerra que una ciudad que pretendidamente dice sacar arte a la calle para el disfrute de todos los que nos visitan.
Es necesaria una pausa, pensar como nos queremos mostrar hacia fuera requiere primero pensar hacia dentro, recuperar los valores propios de la fiesta.
Pero mientras no exista esta reflexión por parte del mundo de las Fallas y la comunicación, y por tanto la transmisión, y la selección de esos valores a mostrar, esté en manos entidades cuyo objetivo es potenciar el turismo, seguiremos acercándonos cada vez más al punto de “morir de éxito”.
La fiesta cree y mucho, y eso no es algo negativo en sí. Simplemente requiere saber cómo y hacia donde crecer. Haría falta saber si alguien con criterio piensa en las Fallas, y hacia dónde van estas, o estamos condenados a un continuo ‘pensat i fet’.
CINE Y FALLAS
Este 2018 ha sido un año muy productivo en cuanto a documentales sobre Fallas y su repercusión en festivales internacionales. El director de fotografía Jeff Dolen, ganador de un Emmy y nominado a los Oscar al mejor corto documental, visitó Valencia las Fallas pasadas, y recientemente, el documental fruto de ese trabajo, ha recibido el premio a la mejor dirección de fotografía en el festival independiente de Highland Park en Los Ángeles.
La importancia de que existan relatos sobre las Fallas con una mirada totalmente ajena es crucial, ya que por un lado nos hacen darnos cuenta del gran potencial comunicativo que tienen, y por otro lado nos ponen ante un espejo que nos ayuda a descubrir muchas veces lo que es realmente importante, darnos cuenta de cuáles son los verdaderos valores que existen en la fiesta.
Del mismo modo el documental “I´m burning” de Andreu Signes, que relata la historia de la última Falla de Nou Campanar y del intercambio cultural entre el evento Burning Man en Nevada y las Fallas, cuentas nuestras costumbres y sus principios a través del relato de Crimsom Rose, una de las fundadoras del Burning Man. Dicho documental también ha recibido numerosos premios, entre ellos el de mejor documental en el Montreal International Film Festival, Canadá y en el festival de cinema de Taurasi en Italia, aparte de haber sido seleccionado en festivales en Indonesia, Rusia, India, Alemania, Portugal, Finlandia y Brasil
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