Rafa Escrig.
Todos sabemos que la
televisión nos influye. Recuerdo que hacían una serie, hace ya unos
años, que se titulaba Vacaciones en el mar. Aquella serie me llenó
la cabeza con la idea de hacer un crucero. Sería fantástico
–pensaba yo- hacer un crucero así, navegando en un barco lleno de
comodidades y con una tripulación tan atenta y simpática. A pesar
del impacto que me causó la serie, nunca hice un crucero. No sé
nadar y el océano me causa verdadero terror. Se puede decir que solo
fue una influencia psicológica, pero que aún me dura. Otra serie
que me influyó bastante, aunque tampoco la hice realidad, fue El
Equipo A: esa furgoneta negra sin cristales y una raya roja de parte
a parte, Hannibal, Murdock y todo el equipo me daban mucha envidia.
Nunca llegué a tener una
furgoneta como la del Equipo A, ni una simple autocarabana que era lo
que realmente hubiera necesitado para meter a mi familia y todos los
bártulos y viajar con ella hasta Rovaniemi. Tampoco hemos ido a
Rovaniemi de ninguna otra forma. El año pasado, después de
diferentes aplazamientos, acabamos por descartarlo. Sí, la
influencia de la tele y sus programas es patente. Hace unos pocos
años la influencia vino de la mano de un programa sobre cocina.
Arguiñano fue el culpable de que nos engancháramos a sus recetas.
Aquella influencia sí cristalizó. Sin ir más lejos, hoy mismo
hemos comido unos suculentos macarrones con champiñón y espárragos,
ligados con nata y espolvoreados con queso rayado que aprendimos a
hacer en uno de aquellos programas.
Ya no vemos programas de
cocina, a pesar de ese Master Chef, que nada tiene que ver con la
sencillez y la simpatía de Arguiñano, así que no hay sorpresas y,
hasta que no descubramos un nuevo plato, cada día de la semana tiene
su comida preestablecida. Ahora la influencia resulta un poco más
cara que un plato de macarrones. Resulta que nos hemos enganchado a
un programa americano sobre reformas de viviendas. Las casas suelen
costar cientos de miles de dólares (léase euros) y, aunque nunca
nos gastaremos tantos, ya que antes habríamos de tenerlos, ahora no
dejamos de pensar en renovar algo. Primero fueron los dos baños,
ahora nos ha dado por las ventanas. Lo que queda claro, después de
todo esto, es la influencia que puede tener la tele en nuestro
subconsciente. En cualquier caso me alegro de haber descubierto en su
día la receta de los macarrones, solo con eso, el balance lo doy por
positivo. Ya veremos lo que pasa con las ventanas.
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