Vicent Climent. EPDA Desde
tiempos inmemoriales se observa general consenso en este país tan
poco dado a ellos sobre la importancia de determinadas partes del
cuerpo humano para el desarrollo de la actividad periodística.
Los
ojos tienen especial preeminencia. Sin la vista no podríamos narrar
acontecimientos que se están produciendo en el escenario que pisamos
(una manifestación, un episodio bélico, un encuentro deportivo, un
espectáculo musical, un acto institucional).
El
oído es si cabe aún más importante. Nuestras orejas recogen
constantemente confidencias, discursos, declaraciones,
intoxicaciones. Sin la vista o el oído se puede hacer periodismo,
sí, pero qué duda cabe de que no todo el periodismo.
El
resto de los sentidos también juega papeles relevantes en esta
profesión, pero de manera metafórica. Porque hay que disponer de un
buen olfato para detectar una buena historia, hay que trabajar el
lenguaje con gusto, y hay que transmitir ciertas noticias -como las
de sucesos- con tacto.
Hablando
de tacto, reivindiquemos las manos porque con ellas acompañamos
gestos y expresiones faciales en televisión, hacemos señas en la
radio al técnico, y emborronamos papeles o aporreamos teclas de
ordenador. cual vieja máquina de escribir o afinado piano o pianola.
¿Y
las piernas?, ¿no tienen acaso una función primordial en el
periodismo moderno nuestras mal llamadas extremidades “inferiores”?
Con una asimple tendinitis se tarda más en llegar a los sitios, y se
hace con peor disposición. Y en estos tiempos modernos de fomento de
las caminatas por el casco urbano -cuando no se obstaculiza
directamente la alternativa motorizada-, unas piernas en condiciones
resultan fundamentales para ejercer el periodismo con la celeridad a
que aboca este tiempo loco.
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