Mónica Caparrós.Partamos
de que a mí no me ofenden unas tetas. De hecho no entiendo que a
nadie puedan ofenderle. Las tetas no hablan, no insultan, no tienen
la capacidad de molestar per se. Entonces ¿qué es realmente lo que
molesta de las tetas? Veamos; las tetas molestan porque van adosadas
a una señora, una señora que ha decido enseñarlas, enseñarlas en
algún lugar determinado en un momento determinado.
Años
de lucha e intentos de liberación no han conseguido que enseñar el
cuerpo deje de escandalizar. Guarra, zorra, vieja, gorda, cerda,
puta, fulana… podría seguir así todo el día. Ya no es sólo el
juicio moral, que es demoledor y continuo, es el juicio físico que
constriñe, es la falta de sororidad, son los argumentos
“irrefutables”, es la esclavitud de la mujer sometida a todos los
ojos. Añadámosle que esa señora decide enseñar los pechos en una
iglesia, ¿qué? Pues la verdad que sospecho que poco cambia. No es
importante que fuera en una iglesia, eso es sólo la excusa para
censurarla de manera legal, para cargarse de razones. Si hubiera
entrado gritando, si hubiera lanzado octavillas, todo habría quedado
en nada o en menos. Sin embargo, si hubiera enseñado los pechos en
una plaza el resultado habría sido el mismo, censura y reproche.
Porque el problema principal son las tetas y la moral católica que
acompaña a nuestra derecha desde el principio de los tiempos, amén.
El
caso es que a esta señora se le ocurrió quitarse la camiseta, es
más, hay imágenes, es más, es un personaje público y, por ende,
tiene que ser tremendamente mucho más cuidadosa y púdica y discreta
y blablablá.
Tetas,
señora e iglesia. Mala combinación. ¿Pierde una su credibilidad,
su honorabilidad (el concepto de honor ya es de por sí bastante
rancio y caduco) si enseña libremente su cuerpo? ¿Y si se pinta
demasiado, o se pone las faldas muy cortas o es bella y exuberante
para todos los demás? ¿Dónde está exactamente el límite? ¿Dejo
yo de ejercer de un modo eficiente mis funciones, dejo de ser buena
madre, buena ciudadana si enseño mis pechos? ¿Dejo de saber
gestionar mis delegaciones si digo públicamente que no me avergüenzo
de mi cuerpo y que me da igual que no sé quién piense no sé qué
de mí?
No
soy muy dada a defender cierto tipo de acciones, porque la polémica
vacía me chirría, pero en vista de que sigue molestando y lo hace
siempre en el mismo sector, un sector que contesta con la misma
beligerancia y que es incapaz de defender de una manera racional su
postura, desde hoy me declaro amante y altavoz de todas aquellas
acciones que se basen en enseñarse.
Enseñarse
libremente seguirá siendo efectivo mientras siga molestando. Como
dice una amiga cuando alguien vuelva a sacar el tema y diga “tetas”
deberíamos contestar: ¿Qué tetas? ¿Estas?
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