Rafael Escrig.
Tanto que hemos criticado a
los chinos. Tanto que hemos criticado las tiendas de todo a cien. Hoy
en día, creo que ya no podríamos vivir sin ellas. Piénsenlo bien e
imaginen a dónde iríamos si desaparecieran. Tanto nos hemos
aficionado a sus estanterías repletas de todo y para todo y a sus
precios tan bajos, que ya no nos importa en absoluto que sus
productos tengan más o menos calidad. Este cambio de pensamiento
comenzó con la crisis, ese fue el punto sin retorno. Antes mirábamos
esas tiendas con recelo y entrábamos alguna vez como de puntitas,
sin que se notara mucho. Pero ahora, después de todo lo pasado, ya
no salimos de allí.
Vivimos una época en que
triunfan las tiendas chinas, triunfan los Outlets y últimamente, las
tiendas Primark. Hay un cambio de tendencia, como dirían los
publicistas. Pero volvamos a los chinos. ¿Quién no ha comprado
alguna vez en una tienda china? ¿Quién no entró un día a por un
rollo de precinto y ahora lo compra todo allí? Yo mismo, que al
principio era tan crítico y solo compraba productos nacionales, en
tiendas nacionales, ahora voy a menudo y siempre cae alguna cosa.
Al final todo es una cuestión
de precios. Por ejemplo, la libreta en la que estoy escribiendo es
una Moleskine de catorce euros, pues bien, he visto a su hermana
gemela en una tienda china por tres euros. Claro que la Moleskine
lleva un papelito que nos dice que el producto ha sido sometido a los
más rigurosos controles de calidad, que la han utilizados famosos
personajes de la historia, que esa marca es sinónimo de garantía y
prestigio y no sé cuántas cosas más.
De acuerdo, existen
importantes diferencias y también sabemos que los productos que se
venden en las tiendas chinas, muchas veces no cumplen los mínimos
estándares de seguridad. Pero no pasa nada y con la anuencia de los
clientes, que somos todos nosotros, las tiendas chinas continúan
invadiendo barrios y ciudades enteras.
Como antes he dicho, todo es
una cuestión de precios: la oferta y la demanda es la principal
máxima del comercio. ¿Recuerdan ustedes esa película de Robert
Redford titulada Una
proposición indecente?
¿Esa historia en la que el protagonista se encapricha de una mujer
casada (Demi Moore) y ofrece a su marido, que pasa graves apuros
económicos, un millón de dólares por pasar una noche con su mujer?
Si la han visto, ya saben lo que ocurre. Pues eso. Siempre es una
cuestión de precios y las tiendas chinas están ahí para
confirmarlo y demostrarnos cada día que el orgullo y el chovinismo
se pueden domar quitando unos cuantos euros de aquí y de allá.
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