Carlos Gil. Siempre se ha hablado mucho acerca del uso de los medios de comunicación públicos por los respectivos gobiernos. La comunicación pública, como tal, debería ser plural, abierta y respetuosa con cualquier corriente de opinión compartida por una parte representativa de españoles. Y eso significa todo lo contrario a lo que Pedro Sánchez, y sus presuntos socios de investidura, están haciendo con Televisión Española.
La entrevista a Otegi, como tal, es ya en sí un lamentable episodio del pre-gobierno Sánchez. Intentar legitimar con ella a alguien que ha dirigido una banda que ha causado tanto dolor en España, debe restar, ya de por sí, esa misma legitimidad a cualquiera que acceda a sentarse con él.
Me cuesta entender como el Partido Socialista intenta defender, con una mano, la memoria histórica (su memoria histórica) para con la Guerra Civil, mientras con la otra pretende que olvidemos la innumerable cantidad de telediarios que abrieron, hace muy pocos años, con secuestros y asesinatos de la banda terrorista.
A Sánchez se le debía haber caído la cara de vergüenza cuando Otegi dijo aquello de que "hay gente que pretende hablar continuamente del pasado". Con las horas que lleva invertidas este Consejo de Ministros en la exhumación de Franco, debió entenderlo como una alusión directa a lo erróneo que resulta volver a abrir heridas entre españoles cuando, quienes las vivieron, decidieron, hace más de cuarenta años, cerrarlas para siempre.
Pero todos sabemos que no. Que Otegi no lo dijo por eso y que Sánchez tampoco se dio por aludido. Otegi quiere que nos olvidemos de novecientos muertos, de decenas de secuestros, de episodios que nunca debimos vivir como el asesinato a cámara lenta de Miguel Angel Blanco o el interminable secuestro de José Antonio Ortega Lara. De lo que pasara varias décadas antes, no le importa lo más mínimo que mantengamos vivo el recuerdo y, a ser posible, reabramos el odio entre bandos.
Que Otegi ahora lamente si en algún caso generó a las víctimas "más dolor del necesario", puede que le parezca bastante a Sánchez, cuya ambición se sitúa por encima de todas las sinrazones. Cualquier dolor del causado por ETA era innecesario. Y que nadie olvide que ETA no dio un paso atrás para "contribuir a un espacio constructivo". A ETA la derrotaron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y el Estado de Derecho. Si fuese por ellos, hubiesen seguido matando igual que siguen escondiendo gran parte de su arsenal.
El problema es que un partido democrático, como siempre ha sido el Partido Socialista, blanquee este tipo de actitudes a cambio de mantener a Sánchez en la Moncloa, supongo que sin ser capaz de dar una explicación a los familiares de sus compañeros muertos a manos de ETA. Así no. Ni podemos consentir, ni podemos tolerar que sea esta la forma de normalizar a una banda asesina. El dolor es demasiado fuerte y demasiado reciente como para olvidarlo a cambio de un puñado de votos. La dignidad debe estar por encima de ello.
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