Bernardo Ferrer. / EPDALos agricultores y ganaderos tenemos mucho que decir con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente. Porque somos las personas que mantenemos todos los días del año el manto verde que no se quema, el paisaje vivo que absorbe dióxido de carbono y libera oxígeno a la atmósfera, el suelo que no se erosiona y frena el desierto, la tierra sobre la que producimos alimentos sanos y saludables.
No conozco a ningún agricultor o ganadero que no quiera que sus campos estén bien cuidados y sean respetuosos con el medio ambiente. Naturalmente, queremos preservar la tierra que heredamos de nuestros padres y que ojalá disfruten nuestros hijos. Si usamos un fitosanitario, por ejemplo, no es porque nos gusta derrochar dinero, sino porque es necesario para combatir una plaga o una enfermedad que afecta a la plantación. Las leyes europeas tienen la loable intención de conseguir un campo más sostenible, pero si únicamente se limitan a prohibir y prohibir sin dar alternativas eficaces, lo que provocan es justo lo contrario: multiplicar el desperdicio, arruinar a los productores y acelerar el abandono de campos, con la consiguiente degradación medioambiental. No puede haber campo verde con números rojos.
El sector agrario europeo está haciendo un tremendo esfuerzo para adaptarse a las rigurosas e incoherentes exigencias de Bruselas: cada vez usamos menos herbicidas, menos insecticidas, menos abonos, menos antibióticos, menos agua de riego… Pero después, a la hora de vender en el mercado, no recibe una mejor y justa compensación. Al contrario, la propia UE nos deja a los pies de los caballos al fomentar importaciones de países terceros que no cumplen los mismos estándares fitosanitarios y medioambientales. Si una sustancia se suprime en Europa por su riesgo sobre el medioambiente, ¿por qué se permite a los de fuera? ¿Acaso no es el mismo medioambiente?
Por eso desde la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) y la Fundación Agricultura y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana (FUVAMA), además de reciprocidad en los acuerdos comerciales y una cadena alimentaria europea que impida la venta a pérdidas, proponemos la puesta en marcha de una Ley de espacios verdes productivos que reconozca socialmente y compense económicamente los servicios agroambientales que realizan los agricultores y ganaderos. Sería el dinero mejor gastado para evitar superar el punto de no retorno, con un envejecimiento récord de la población agraria y una falta absoluta de relevo generacional.
Por último, me gustaría subrayar que este año, tras la catastrófica dana, los agricultores y ganaderos valencianos dimos una lección de solidaridad sacando nuestros tractores para rescatar a vecinos, retirar barro y aportar esperanza en medio de la desolación. Siete meses después todavía tenemos muchas ayudas por recibir (algunos no recibirán nada) y muchos campos por arreglar. Recuperar el potencial productivo de nuestra agricultura es un paso imprescindible si queremos cuidar nuestro medio ambiente. Y construir las infraestructuras hidráulicas pendientes es un paso necesario si queremos evitar que futuras danas ocasionen tantos daños humanos, materiales y medioambientales.
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