Amparo Sellés“La
diferencia entre genialidad y estupidez es que la genialidad tiene
límites”
(Alejandro Dumas) o como dijo Albert Einstein, “solo
dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana, y no
estoy seguro de la primera”.
Yo
apostillaría que la idiotez, como el virus, no tienen fronteras.
Sólo los tontos se empeñan en cruzarlas.
Y
es que en esta crisis los idiotas salen por doquier: ciudadanos de a
pie irresponsables que se saltan las normas establecidas del
confinamiento (o no tan de a pie si son políticos que tuvieron o
tienen alguna resposabilidad pública y se les exige el ejemplo).
Indeseables
creando bulos para desacreditar a unos y a otros.
Las
actitudes irracionales de políticos (de todo espectro y color), que
desvirtúan las cifras e ignoran el dolor de los ciudadanos que les
estamos pagando sangrándonos ellos con impuestos, y, que solo se
dedican al “tú más”.
Sabiondos
a toro pasado que conocían, conocen y con rotundidad todo lo
relacionado con el maldito COVID y llenan minutos de televisión y
páginas en los periódicos con estupideces varias.
La
sinrazón de una Banca privada que fue rescatada “obligatoriamente”
con el esfuerzo de todos y que ahora nos castigan con despiadadas
comisiones e intereses.
Responsables
públicos y privados de residencias de la 3ª edad que han demostrado
su gran ineptitud e incompetencia a la hora de gestionar estos
centros lo cual ha causado cientos de fallecimientos, aquí en la
Comunidad Valenciana podemos dar buen ejemplo de esa nefasta gestión.
Pero
no todo va a ser malo, también hay mucha gente responsable
trabajando para que toda esta pesadilla acabe cuanto antes, pero lo
triste es que no son noticia, no llenan minutos de televisión ni
gastan tinta de impresión, son ninguneados porque solo los estúpidos
desgraciadamente venden.
Pero
esto no es nuevo, si nos remontamos siglos atrás y recordamos la
epidemia de Atenas del 430 a.C., Tucidides nos relató en el Libro II
de Historia del Peloponeso que el relajamiento moral era notable,
(igual que ahora).
“La
peste introdujo en Atenas otro tipo de inmoralidades aún más
graves; las personas se entregaban al placer con un descaro nunca
visto”, afirmó.
(Espero
que esto no lo estén leyendo los estúpidos)
En
los dos casos está una pandemia, en ambas el hombre huye de la
enfermedad, ya sea por desenfreno como estamos viendo con las
celebraciones permitidas por el Ministerio de Justicia y bajo el
beneplácito del Gobierno, donde miles de descerebrados sin medidas
de seguridad alguna están afanándose por llenar nuevamente los
hospitales de nuestro país. En Madrid, Cataluña, Sevilla y muchas
más capitales y pueblos de España hemos contemplado atónitos la
sinrazón del ser humano, como por otras actitudes nocivas para la
salud de todos.
Tenemos
que ponernos las pilas sobre todo aquellos políticos que con el
famoso “ y tú más” culpan al contrario políticamente hablando
de arrebatar la libertad cuando este toma medidas para impedir que de
una manera u otra los animales de dos patas desaparezcamos de la faz
de la tierra.
Hace
40 años me enseñaron que tu
libertad
termina donde empieza la mía,
que
el libertinaje es otra cosa bien diferente y hoy lo estamos
comprobando.
La
libertad es el derecho de todo ser humano a conducir su vida
eligiendo sus propias acciones. La libertad implica autonomía de
pensamiento, palabra y obra.
Libertinaje
es actuar con desenfado, haciendo uso del derecho a la libertad pero
sin asumir las consecuencias de los actos realizados.
Muchos
de los que hoy nos gobiernan haciendo uso de su libertad no
asistieron a clase de ética el día que se explicó esa diferencia,
y prefirieron quedarse en casa tocándose las narices, o fumándose
un canuto en el patio del instituto.
Y
así nos va.
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