Eduardo del Pozo. /EPDA No se puede masacrar
a un pueblo que anhela su libertad. Rusia contaba con la transigencia europea
por su dependencia energética y con romper la unidad de los 27. Pero la vieja
Europa despertó de su largo letargo invernal y la realidad ha sido de firmeza y
unidad.
Lo que sucede en
Ucrania es algo más que una invasión y una guerra. Si se abre esa
puerta, perderemos nuestra libertad, nuestra forma
de vida y nuestra Europa en común.
Esta semana, el
partido político Sluha Narodu (Servidor Público), del presidente de Ucrania,
Volodímir Zelenski, solicitó su ingreso en La Alianza de los Liberales y
Demócratas por Europa (ALDE), que aprobó en reunión de emergencia su
incorporación a la Alianza Liberal Europea, en la que se encuentra Ciudadanos
como único partido político español.
Zelenski representa
la libertad y la lucha contra la tiranía y el totalitarismo.
Vladimir Putin, el
dirigente ruso, egocéntrico y megalómano de mirada siniestra, mintió a la
comunidad internacional, no eran maniobras militares, estaba aglutinando
fuerzas en la frontera para invadir Ucrania. Putin daba por maniatada a la
Unión Europea, su dependencia energética y la previsible falta de unidad eran
sus cartas marcadas. Además, sabía que la OTAN no intervendría, Ucrania no
forma parte de su Alianza.
Menospreciar la
unidad de Europa, su capacidad de respuesta y la resistencia que iba a
presentar el pueblo ucraniano ha sido el error de cálculo de Putin, que sigue
masacrando a la población civil, pero que tiene a su guerra en un callejón sin
salida.
Las sanciones
económicas han sido de calado y su impacto en la oligarquía y economía rusa han
hecho mella en su línea de flotación. Rusia ha sido aislada. La repulsa en la
ONU fue generalizada y el Parlamento Europeo ovacionó al presidente Zelenski cuando
presentó la candidatura de Ucrania a la Unión Europea. Hasta China está en
contra de lo que está ocurriendo en este conflicto bélico.
Europa ha reaccionado
con inmediatez, incluso enviando armas a Ucrania. La guerra, los americanos y
chinos, la ven desde la distancia, pero a nosotros nos toca a la puerta.
La fiera ruge, no
consigue su propósito, se ve cercada y su frustración la convierte en una
amenaza nuclear. La tensión es máxima, cualquier error puede prender una mecha
de imprevisibles consecuencias. Pero desde la resistencia de Ucrania y la determinación
firme de Europa, contando que habrá un antes y un después, la diplomacia tiene
que amansar a la fiera y conseguir la paz. ¡Libertad para Ucrania!
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