Susana Gisbert.Esta semana se celebraba el día de las librerías. Una celebración, como todo en estos tiempos, extraña y con un punto -o varios- de tristeza. Porque las librerías han sufrido lo suyo con todo esto.
Cuando la pesadilla comenzó, pensé que el índice de lectura se dispararía. Mi primera reacción, ante el anuncio de un más que posible confinamiento, fue aprovisionarme de libros y sacar de los rincones de mi casa todos aquellos que tenía pendientes de leer. Había llegado su momento. Hasta pensé, ingenua de mí, que podría disfrutar de ese tiempo como si de unas vacaciones se tratara.
El tiempo me puso en mi lugar, como hace siempre. No solo me demostró que un confinamiento por pandemia no son unas vacaciones, sino que lo de fomentar la lectura, tampoco. O tampoco, al menos, en la medida que yo quise suponer.
Cuando alguien, como me ocurre a mí, disfruta de cada renglón leído, no puede concebir que la gente no atesore el tiempo para sumergirse en los libros. Cuando, además, disfruta, como también me sucede a mí, con cada renglón escrito, la incredulidad se eleva a la máxima potencia. ¿Qué puede haber mejor que vivir en la piel de tantos personajes, de tantos mundos y de tantas épocas? Hay una frase de George R, Martin que lo resume a la perfección: “Un lector vive mil vidas antes de morir; aquel que no lee solo vive una”.
Quedó claro como pitonisa no valgo nada, y mi predicción sobre la lectura no se cumplió. La gente que leía siguió leyendo, pero no conseguimos demasiadas adhesiones a nuestras filas de libroadictos. Y las librerías todavía perdieron más, porque se disparaba -eso sí- la venta a través de plataformas digitales en perjuicio, una vez más, de las librerías de toda la vida. Además, sin presentaciones, firmas de autores ni ferias del libro el lazo alrededor de su cuello se apretaba un poco más.
Ahora leo que, en la disyuntiva entre renovarse o morir, las librerías han escogido lo segundo, como no podía ser de otro modo, y se han organizado en una plataforma para competir con las plataformas digitales. Te localizan el libro y te dan a escoger entre ir a buscarlo o traértelo a casa. Tan sencillo y tan bonito como eso.
Así que no olvidemos todas las vidas que nos esperan dentro de los libros, una opción estupenda para olvidar o, al menos paliar, la tristeza de esta situación.
Yo espero ansiosa, como lectora y como escritora, la vuelta de ferias y presentaciones. Mientras, seguiré leyendo. Y escribiendo.
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