Susana Gisbert- /EPDAHoy me voy a permitir la licencia de hablar de mí misma. O, mejor dicho, de mis criaturas, que son como una prolongación de mí.
No me refiero, como ya habrá adivinado alguien, a mis hijas, sino a mis libros, a esa locura a la que me lancé ya hace siete años y que crecen sin parar. Ya son diez, y pronto aumentaremos la familia, pero eso ya lo contaré en su momento.
Uno de los momentos más mágicos que puede vivir una juntaletras apasionada como yo es ese en el que ve por primera sus palabras, negras sobre blanco, encuadernadas y listas para volar a otras manos. Me pasó con el primero y me sigue pasando cada vez que una nueva criatura toma forma, hasta ese instante en que por fin me reconocí como escritora. Escritora, una palabra que a veces pienso que me queda grande y por la que saco pecho siempre que puedo.
Pero hoy venía a hablar de otro de esos momentos mágicos, el de la presentación de cada libro. O las presentaciones, para ser exacta. Porque, después de esa primera ocasión en que la obra se da a conocer vienen otras, y esas tienen su propia vida.
La pandemia, y todo lo que siguió, redujeron esas ocasiones a la nada, y ha costado mucho retomar el ritmo. Pero ahora parece que por fin hemos superado aquello, y vuelven a pedirme que vaya a uno y otro sitio, en un desenfreno de palabras y kilómetros que me sube la adrenalina como pocas otras cosas lo hacen.
Lo normal es que la gente tenga interés en conocer la última de las criaturas, la más reciente, y que sea esta la que pasea por el mundo. Pero cuando libros que ya han cumplido cinco años, o tres, son los que son demandados, el subidón es doble. Que a ese hermano mayor destronado por el recién nacido le aparezcan nuevos admiradores es un placer. Un placer que estoy teniendo la suerte de vivir en estos días. Por supuesto, sin olvidarme del benjamín, que las madres nos repartimos en la atención a nuestros hijos.
Tal vez a quien no esté en este mundo de letras y pasiones le cueste entenderlo, pero hay vida más allá de premios archiconocidos y marketing comercial. Un mundo donde cada ejemplar vendido, donde cada libro dedicado es una emoción nueva.
Gracias a todas las personas que leen y, especialmente gracias a las que me leen. Porque pocas frases suenan mejor que un “me ha encantado tu libro”
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