Maria Paz Escrig. / EPDAFreud situó en Tótem y Tabú el mito fundacional, fallido, de toda comunidad: un grupo de hermanos que, movidos por la envidia y el resentimiento(hombres), se alían para matar al líder, macho alfa o como ustedes lo quieran llamar. Lo devoran en un banquete ritual y, tras el acto, lo erigen como tótem: prohíben lo que antes deseaban y, así, de la culpa hacen ley, ley que no funciona. La civilización, dice Freud, se funda sobre un crimen compartido.
Estos días, la política valenciana parece revivir esa escena primitiva. Carlos Mazón ha sido sacrificado. No se trata de si tiene o no razón en tal o cual gestión: lo que se ha desatado sobre él no es el debate, sino la pulsión de linchamiento. Desde la izquierda institucional hasta la derecha mediática, incluso hasta su familia política (los que no son de aquí), se ha activado un mecanismo que Freud describió con precisión: Se ha activado un mecanismo que Freud situó en el origen patológico de la civilización: el grupo se une en torno a un crimen común, y sólo después teme que la violencia se vuelva contra ellos. Cuando el grupo necesita reafirmar su cohesión, encuentra un cuerpo sobre el que volcar la furia, el crimen colectivo, el asesinato de un líder.
Lo más inquietante no es la crítica legítima, sino la crueldad que se vuelca en el acto. No se discute una política hidráulica (el proyecto hidrográfico del 2005, desechado por Zapatero), ni se piden responsabilidades administrativas (licencias de obra concedidas por los ayuntamientos en zonas inundables), ni responsabilidades a los organismos gubernamentales que no se dieron cuenta ni avisaron de la gravedad de la situación —centrándose únicamente en el pantano de Forata (AEMET y CHJ)—: se exige una víctima. Como en Tótem y tabú, el crimen se viste de justicia, el goce se disfraza de “moral”.
Una colega psicoanalista lo expresaba recientemente con lucidez: “Muy mal y harta de ver cómo se repite lo mismo. Aquí en Valencia la gente muere desde siempre por inundaciones. Que se juzgue a quien haya que juzgar, pero que se deje de hacer linchamientos a modo de Tótem y tabú. Las aguas no son un grupo terrorista, y la pulsión es la pulsión, aquí y en el lejano Oeste...así pues señores, caballeros, hombres sigan con la orgía sin acceder a la cultura. La sexualidad femenina ya les está pasando factura que en el tiempo…pagaran muy caro”.
Y no digan que no se enteran y menos en esta comunidad.
La política, cuando se degrada a este nivel, deja de ser el espacio del discurso y se convierte en teatro sangriento. En lugar de interrogar las causas estructurales —infraestructuras, gestión de cuencas, planes dormidos en cajones—, se invoca la expiación. El “todos contra uno” produce alivio momentáneo, pero consolida la maldad: seguimos atrapados en la repetición del crimen fundante. Y en la Comunidad Valenciana ya llevamos tres. Con un PP nacional dando la espalda y una prensa conservadora echando leña al fuego. A Mazón lo he visto muy tocado esta mañana, el día de su renuncia. Espero que resista —ya no en su cargo, sino en su vida—, que la recupere lo más que pueda, aunque, como bien ha dicho, le acompañará toda su vida.
									
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