Ángeles Sanmiguel. /EPDA El angelote, tiburón de los fondos marinos canarios, hace tiempo que no se ve aunque este desconocido bien podría erigirse como patrimonio isleño, tal como sugieren defensores de aquellas aguas y sus ecosistemas, honrándole mediante la inserción, en cualquier acción promocional, de su peculiar fisonomía aplanada de casi dos metros de envergadura. Ante la vaticinada desaparición del angelote la comunidad científica muestra gran pesadumbre al afirmar que se ha perdido el tren de su recuperación y salvaguarda, aduciendo que siempre ha faltado responsabilidad a todos los niveles.
Los peces no están ahí para que todo el mundo los pesque, o para sufrir tragedias ocasionadas por el oligopolio petrolero, ni para enriquecer feudalismos alimentarios y despotismos ya sean nacionales o trasnacionales. Es terriblemente significativo que, desde la base de la pirámide consumista, nadie recapacite ni trate de averiguar ¿cómo, dónde, para qué, por quién, para qué? El dogma hecho ley es que simplemente son peces, animales marinos que no tienen otro fin más que el de satisfacer al ser humano y su cada vez más estimulada desmesura.
En la historia canaria el tiburón angelote ha estado presente para ahora desvanecerse debido a su pesca, algunos profesionales que faenan en tales aguas recuerdan haber visto ejemplares constatando la generalizada disminución de dimensiones. ¿Negociar talla y edad de las capturas? ¿Pescar “tamaño llavero”? Desgraciadamente el mar no tiene fronteras, y en Canarias se ha perdido el noventa por ciento de biomasa. ¿Áreas críticas y sensibles como proposición al Gobierno? “Ahora el Ministerio tiene la pelota en su tejado”? ¿Por qué los gobiernos no contraen responsabilidad?
No se les deja crecer y el punto de retorno será imposible. Es perentorio implementar un freno ante la inminente catástrofe en Canarias, al igual que en el resto de espacios marinos. ¿Acaso el capitalismo se considera sobradamente autosuficiente como para crear un planeta sabio como el que disfruta el ser humano? ¿Somos tan imbéciles como para destruirlo todo? Enio Flaiano, dramaturgo y periodista italiano recoge en una de sus obras el concepto: “Hoy el cretino está especializado”, algo apostillado por el escritor y político italiano Leonardo Sciascia en su dictamen de que: “Cretinos inteligentísimos. Parece imposible. Pero los hay”.
Ante la funesta situación ninguna alerta salta. En España, tras medio siglo de democracia, hay una indudable falta de legislación ambiental, un plan de conservación realmente sólido, extenso e intenso, con dictámenes marcados, persecución real de infracciones medioambientales y prohibición de milagrosas ideas de negocio explotadoras de otros seres vivos cuyos procesos de adaptación al medio, a través de los tiempos, es asombrosa tal como demuestran los grillos y la detección de radiación infrarroja mediante sus antenas, o las abejas que acusan con sus ojos la radiación ultravioleta, sin olvidar la ultrasensibilidad demostrada para los olores que poseen ratas, perros y peces, o las palomas y su notoria susceptibilidad para el campo magnético. Especies que superan a la humana en retos cotidianos las convertimos en presas, en cosas.
España es el país occidental que pesca más tiburones. Ante la extinción de algunas variedades marinas y tras arduas y conflictivas deliberaciones presionadas constantemente por el holding de los intereses comerciales, la Unión Europea ha prohibido la pesca de marrajos dada la merma de población de estos tiburones y la consecuente repercusión negativa en el bienestar submarino ya pronosticada por concienzudos estudios que datan la aniquilación total de ejemplares para dentro de menos de quince años. Cuantificar el deterioro causado por el antropocentrismo consumista en mares y océanos es señalar la alucinante diversidad de motivaciones no regladas para la pesca. Turismo pesquero, magnates en jornadas de recreo, mercadeo de especies exóticas, capturas para surtir a prisiones acuáticas, laboratorios experimentales, matanzas de ejemplares bajo la excusa costumbrista, furtivismo. Entre las modalidades pesqueras la de arrastre acarrea víctimas colaterales que como los albatros chocan con los cables, la pesca con palangre enreda y ahoga a cormoranes, gaviotas y a la pardela balear que cuenta con menos de tres mil parejas, muriendo anualmente por tal causa el catorce por ciento de dichas aves y en pocos años sucumbirán. Aves que acuden volando a los cebos mueren indefectiblemente en redes caladas al fondo y en el cerco donde acaban con las alas rotas. Miles de víctimas subsidiarias que podrían ser evitadas, según apuntan voces entendidas, cambiando el tipo de cebos y horarios de pesca.
¿Alguien se plantea que el cuarenta y seis por ciento de los plásticos existentes en mares y océanos provienen de la utilización de redes de pesca? ¿Por qué los desastres marinos causados por vertidos químicos son mera noticia sensacionalista sin acometer la raíz y culpabilidad del hecho frenando definitivamente actividades envenenadoras? Fondos marinos, praderas y arrecifes coralinos, al igual que anémonas de incalculable valor para el Mediterráneo y extensiones de algas Posidonia desaparecen con la pesca de arrastre.
Exhaustivas y detalladas investigaciones sobre el desastre marino que se viene ocasionando pasan a ser meros archivos, aun habiendo costado un montón de dinero por parte de colectivos conservacionistas marinos, tantos estudios no han servido de nada. ¿Para qué un imponente archivo con plétoras de informes científicos y constataciones? Aunque el optimismo suele pervivir en tal comunidad esta conoce la dramática situación, la cosa es muy grave, y sin visos de concienciación por parte de la industria del sector y vertientes menos colosales de explotación animal.
Infiltrado el consumismo en el concepto de sociedad avanzada, nadie recapacita sobre la desaparición de las otras especies animales. Hay que dar a mares y océanos la posibilidad de regeneración, el mundo submarino nace crece y muere, precisa del respeto a sus tiempos. ¿Cuándo el ser humano se descabalgará de la vertiginosa montaña rusa de intereses individuales? ¿Por qué no se transmite la inquietud por conocer de dónde vienen todos esos seres que comemos o se utilizan como negocio? Ilustrados ámbitos proclaman que a la cabeza del poder político se encumbre una persona ecologista de verdad, no de parcas medidas o panfletarismo. Pero en el maremágnum del egocentrismo nada sobrevive, menos aun cuando al ser humano se le enciende la bombilla, o mueve hilos, determinando atrocidades como la de generar su “isla” de procreación animal para hacer negocio. Instalaciones donde manipular genéticamente e inseminar a destajo. En Las Palmas de Gran Canaria una multinacional, con el parabién del gobierno insular, instalará la primera granja mundial de pulpos surtiendo de toneladas primordialmente al mercado asiático. Todo está firmado. Protestas nacionales e internacionales como la llevada a cabo por València Animal Save, Denia Animal Save ante el Oceanográfico y Pacma han mostrado la crueldad contra seres marinos. El negocio primando sobre el bienestar animal como en el caso de cefalópodos que sienten y recuerdan el dolor, la angustia, la pérdida, experimentan sufrimiento emocional, reconocen a las personas eligiendo a aquellas que les son gratas. Pulpos que gracias a sus quinientos millones de neuronas, trescientos millones de las cuales se encuentran en los ocho tentáculos autónomos, pueden usar herramientas, jugar con los humanos para divertirse y resolver quisicosas. Dotes probadas patentizan la tremenda inteligencia de la que están dotados posicionándolos tras los delfines en el baremo del mundo cognitivo planetario. Ahora los pulpos, animales singularmente solitarios, serán hacinados en tanques viviendo una tortura continua hasta el último hálito de vida que en su caso, en situación natural, sería de tres a cinco años. Cazadores nocturnos de moluscos, cangrejos y langostas serán cebados artificialmente bajo iluminación. Debido al miedo siempre se mantendrán pálidos, ni tan siquiera podrán enrojecer mostrando enfado o azularse por nerviosismo. Innatos soñadores oníricos, harán de ello la única evasión al atroz cautiverio y posterior martirio con la única defensa de expulsar la tinta que producen. ¿Por qué denominar granja a una factoría de los horrores?
¿Cómo saber que una especie animal se encuentra en estado crítico cuando no se le presta atención hasta su cercano y fatídico final? ¿Por qué en instituciones oficiales se hace oídos sordos al día a día resolviendo cuando la tragedia es efectiva? Todas esas personas que se ponen medallas al saltar a la palestra en angustiosas situaciones haciendo ver que se realizan proyectos, deben reconocer su fracaso y el de las entidades oficiales a las que representan. El clamor es unánime entre las personas expertas, hay que crear zonas de salvaguarda animal reales, defendidas, invertir en dispositivos que frenen la violación de normativas en parques naturales, humedales y entornos marinos, sin medias tintas ni favoritismos a fondos financieros, empresariado, amistades y compromisos.
Reintroducir el tiburón angelote es una quimera y hasta considerado un error por profesionales de la investigación debido a las múltiples amenazas que existen, una de ellas los vertidos que envenenan flora y fauna submarina las cuales, a duras penas, logran sobrevivir en Canarias. Hay que atajar el problema en la base, poner parches solo motiva la muerte de ejemplares siendo una grosera forma de quedar bien ante cámaras y opinión pública. Algunas hembras de angelote fieles a las playas ancestrales, anualmente acuden a ellas, siendo avizoradas al ser más más estáticas que los machos.
Canarias con sus dieciséis islas sumergidas y ocho emergidas suponen un impedimento para que los tiburones angelote puedan cruzar por Gibraltar en busca de salvación. Una organización inglesa los ha considerado especie interesante ante la dejadez local. “La ley canaria está hecha a ojo de buen cubero” aseveraría un docto conferenciante en el Centro del Carmen de Cultura Contemporánea. ¿Cómo respetar lo que queda, en base a qué criterio? ¿Es significativo estar en un catálogo? La Isla de La Graciosa cuenta con trescientos tiburones angelote que no son pescables. ¿Se consigue algo con una reserva? En la charla titulada La Marea del Cambio el moderador dictaminaría: “Los peces han estado de lado, es un pez, no da caricias, no es un peludito”.
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