Vicente Montoro. /EPDAHace algo más de 13 años, estallaba la noticia sobre la relación de Francisco Camps con unos regalos de unos trajes que, tras 169 portadas de El País, terminó con su carrera política. Justo dos años después, en mayo de 2011, Paco Camps se lanzó a la revalidación de su liderazgo en las urnas que se saldó con 55 diputados en las Cortes Valencianas y casi el 50% del voto. Un presidente que llevaba dos años imputado aumentaba su representación en el Parlamento valenciano y revalidaba su mayoría parlamentaria para continuar 4 años más al frente de la Generalitat Valenciana.
Fue dos meses más tarde cuando el propio expresident ponía su persona a disposición de la Justicia y se declaraba inocente para poder llevar a Mariano Rajoy a la Moncloa. Téngase en cuenta que no sólo se declararía inocente de manera hipócrita y mentirosa; la Justicia lo ha ido corroborando conforme han ido archivándose sus causas pendientes.
Pero centrémonos en la idea de que, aún con 169 portadas -y otras tantas de otros medios- de El País en que, implícitamente, se pedía su dimisión y víctima de una campaña periodística en su contra, resistía y aumentaba su apoyo parlamentario salido de las urnas. Dejaba una Comunitat Valenciana que había sido líder en casi todo y protagonista de casi todo.
También dejaba tras de sí 3 mayorías absolutas y más de 7 años de un Partido Popular internamente cohesionado e ilusionado. Porque la política es, sobre todo, eso: ilusión. Y supo dejar de lado sus aspiraciones por el bien del mismo y de España entera. Porque la izquierda ganó la batalla mediática. La izquierda creó e ideó su imputación y alimentó su caída y los medios a su servicio compraron cualquier minucia por muy inverosímil que se haya demostrado ser. ¿Y alguien repondrá su honor? No.
Pero las tornas, por fin, han cambiado. El revulsivo en forma de mujer, madrileña, joven, inconformista e indiscutiblemente de derechas, sin esconderse, ha hecho que la izquierda deje de gobernar, remar, alimentar, desinformar y tomar la batuta de la verdad sin apenas contraposición. Porque la verdad siempre sale a la luz pero, a veces, hay que tratar de mostrarle el camino antes de que esta sociedad globalizada y ultra conectada empiece a crear una opinión contraria a la misma. Ayuso, y su equipo, han supuesto una revolución silenciosa a la hora de afrontar una crítica, campaña contraria o falsedad mediática y así lo llevan demostrando desde mayo de 2019. Porque la clave de la guerra política está ahí: en el discurso de quién ostenta el liderazgo. Y la transmisión: los medios.
Y un equipo renovado, trabajador, sin complejos, con determinación y tremendamente preparado para gobernar es la fórmula que tendremos en el Partido Popular de cara a las próximas elecciones. Un liderazgo que provoque lo que Francisco Camps provocaba, con la valentía y determinación de Isabel Natividad Díaz Ayuso y con la cara y experiencia de Alberto Núñez Feijóo. Todo un cóctel que apunta a Moncloa, con el recuerdo y la probada efectividad de contar con una historia de éxitos electorales sin parangón; pero también con el empaque de los actuales líderes autonómicos cuya trayectoria y perfil son garantía de futuro para el centroderecha español y, por tanto, para todos los españoles que anhelan prosperidad y gestión responsable.
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