Vicente Cornelles. /EPDALas verdades absolutas no existen, y menos en política donde dos y dos no tienen porque ser cuatro. Los resultados de las pasadas elecciones autonómicas y municipales han dado lugar a un relato oficial en el que solamente se contemplan los bloques PP-Vox y PSOE-Podemos para alcanzar las mayorías suficientes que garanticen los gobiernos en comunidades autónomas y ayuntamientos. Un argumentario utilizado hasta la saciedad por la mayoría de los medios de comunicación y tertulianos al uso, obviando particularidades concretas y códigos internos de muchos de los territorios en cuestión. Recordemos como Ada Colau se convirtió de nuevo en alcaldesa en 2019 gracias a una parte de los concejales de Ciudadanos para impedir que un alcalde independentista accediese al gobierno de Barcelona.
Y, en Castellón, puede pasar lo mismo. La lógica electoral -y el deseo de muchos de los votantes del PP-, haría que Begoña Carrasco se convirtiera en la nueva dirigente municipal con los votos de los 4 concejales de Abascal en la capital de la Plana y conseguir la ansiada mayoría absoluta. Pero, en clave Castellón muchos son los matices, las singularidades e, incluso la memoria histórica, que determinarán la nueva suma de poder en el consistorio castellonense. Desde tiempo inmemorial el Partido Popular y Compromís (primero UPV y después Bloc) en la capital de la provincia se han hecho guiños. Los populares han reído siempre las gracietas de los nacionalistas, que han defendido la ‘cultureta’ castellonera (Betlem de la Pigà, les Normes de Castelló, el cretino Corpus Civic, la estanquera de Marzá o les moixerangues) y así, mientras los conservadores van a sus cosas, la formación que lidera ahora Ignasi García se convierte en falsa depositaria de tradiciones y costumbres en un papel que se sienten cómodos y felices.
Para el PP, el PSOE “son de la volta a França, extranjeros en su tierra” y Vox, “advenedizos sin pedigrí patrio”. Una confluencia de intereses, vista incluso con simpatía por los poderes fácticos de la ciudad, que todavía mandan mucho, instalados en mesa y mantel diletantes. Con todo ello, Begoña Carrasco será investida alcaldesa con la segura abstención de Compromís, pese a la anunciada intención de los catalanistas de votar ‘no’ al PP porque ellos son de izquierda (fuegos de artificio y postureo postelectoral). Así, la alcaldesa electa evitará un pacto con los españolistas, que tanto incomodan a los de Feijóo, que se quedarán ojipláticos ante la estrategia de lo que ocurre en Castellón, y ambos partidos justificarán con palabras solemnes sus decisiones: “Acord per Castelló”.
El perfil del comité negociador del PP con el resto de formaciones políticas, va en esa dirección. Un tiempo después, Compromís será recompensado con una concejalía o dos (como hizo Alberto Fabra con Nomdédeu). I tots anirán a la Magdalena “vestits de regional”. Muy pocos se percatarán de que la izquierda nacionalista y de Païssos Catalans, más radical porque Iniciàtiva se ha hecho con el control de los de Baldoví, que además van con el fashion Sumar de Yolanda Díaz para el 23-J), “disfrazada de lo nostre”, tan denostada en los argumentarios del PP local, estará de nuevo en el equipo de gobierno municipal.
Un Compromís convertido en la marca blanca del Partido Popular en Castellón.
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